martes, 28 de noviembre de 2017

Memorial del Presbítero José Ambrosio Llamozas, llevado a Madrid para ser presentado a Fernando VII, Llamozas fue vicario y capellán del ejercito de Boves

Memorial del Presbítero José Ambrosio Llamozas, llevado a Madrid para ser presentado a Fernando VII, Llamozas fue vicario y capellán del ejercito de Boves

Señor:
Estando en esa corte y después de fe felicitar a V.M. de Parte del General Morillo y Comandante Morales pedí una audiencia privada para poder cumplir mi misión en la parte principal de dar cuenta  de todo lo ocurrido en toda la época de la revolución en Caracas como lo dice a V.M. el nominado General Morillo, en la representación que entregue al Ministro Universal, quien me significó haber dado ya cuenta a V.M.; pasado un mes insté en dicha audiencia por interposición del Consejero de Estado don Juan Escoiquiz; mas no pudiendo conseguirla ni poder llenar mi encargo a causa de las interesantes ocupaciones de V.M., que me expuso el referido Consejero, y viendo por otra parte que gravo mi conciencia en gran manera, forme la representación y relación adjuntas para para presentarlas a V.M., en cumplimiento de mi comisión de informar el estado y cosas que mereciesen su Real atención en Las Provincias de Caracas: más obligándome el Consejo a retirarme a mi destino con que V.M. se ha dignado agraciarme, y reflexionando por otra parte sobre el asunto, me ha parecido que falto a los deberes de mi encargo y a los gritos de mi conciencia, en no manifestar con sencillez y verdad a V.M. lo que concibo y entiendo ser conducente a instruir su Real animo dejando a la soberana autoridad y sabiduría de V.M. hacer de mi exposición el uso que considere conveniente y en su consecuencia dirijo a V.M. la indicada representación y relación esperando sea de su Real aprobación este paso inspirado de mi lealtad y deseo de conservación de Las Provincias de Caracas e intranquilidad y a todos sus habitantes reconocidos y amantes de V.M. – Nuestro Señor guarde la Católica Real persona  de V.M. los muchos anos que le suplico para bien y felicidad de La Monarquía. Madrid 31 de julio de 1815.
Señor:
Enviado por los Generales Morillo y Morales para informar a V.M. de las ocurrencias de la revolución en Caracas y estado de aquellas Provincias presento a V.M. el origen y causas de su conmoción por el orden que han sucedido hasta el punto de reducirlas a la obediencia de V.M.; mas como esta obra quedaría vacilante e imperfecta si no se toman medidas para precaver otra semejante novedad me ha parecido propio de mi encargo exponer sencillamente a V.M. las providencias que considero necesarias para consolidar y perpetuar la tranquilidad de aquel país y que reviva el verdadero y cordial amor que sus habitantes tenían a V.M. y manifestaron decidida y valerosamente desde su exaltación al trono en 1808 y noticia del pérfido proyecto de Napoleón, disposición y sentimientos leales entibiaron y finalmente trastornaron los desaciertos de los representantes del Gobierno, como lo evidencia la sencilla relación de los sucesos, no dudando yo asegurar a V.M. que si se digna expedir las providencias que propongo será eterna la gratitud, fidelidad y amor a V.M. de Las Provincias de Caracas y su ejemplo contribuirá a la reconciliación de todas las de América.   
. Señor:
Las desgracias que por tantos años han afligido al territorio de Venezuela, los horrores que han destrozado este hermoso país cubriéndolo de sangre y desolación, sus pueblos desiertos, sus campos convertidos en depósitos de restos humanos, el inocente a las puertas de la mendicidad, viudas llorosas, padres indigentes aunque nacidos en la abundancia, esposos sin consuelo, la orfandad y el exterminio señoreando las moradas del pobre y el rico, el noble y el plebeyo; y por otra parte los deseos de no volver a presenciar el desorden , la anarquía, la infidelidad de malos vasallos y el encarnizamiento sin ejemplo, advertido constantemente en aquel teatro de miseria y calamidades, me mueven, Señor a la conciencia y la tranquilidad de una parte de los dominios de V.M. importante por su situación, por su riqueza  y en tiempos más felices por su comercio, por su industria y aun por su rápida población. Todo, todo, reclama la atención y conocimiento de V.M. que como Padre benéfico, sabio, legislador y Rey justiciero se digne en enjugar las lágrimas de los buenos consolados ya con ver que V.M. ocupa el trono de sus mayores donde no se acercará maledicencia, el engaño, la adulación, el dolo, la torpe intriga que V.M. sin cesar destruye para el bien de sus vasallos cuya felicidad ha sido constantemente mi divisa. Sin detenerme a examinar los incidentes que causaron los sucesos ocurridos en Caracas desde principios de 1808 hasta fines de 1809, pues estos deben acreditarse suficientemente por la acta capitulares y demás papeles oficiales y por ello evidenciarse la constante adhesión a V. M. de aquel vecindario contraeré mi exposición a las ocurrencias que he presentado desde principios de1810 hasta el mes de abril del presente año en que para desempeñar los cargos que se me confiaron por los jefes militares de aquel ejército pase a la península a presentarme a V.M. a la voz de todo lo ocurrido en aquellas Provincias. El pueblo, Señor, de Caracas en todos sus pasos en cuantas operaciones se practicaron en os años 808 y 809 no cesó de manifestar el amor y fidelidad para con V.M.; la destrucción del enemigo general del globo, el restablecimiento de V.M. en el trono de sus antepasados y la aniquilación de los adictos al sistema de Napoleón formaban el deseo y el voto general de aquellos habitantes; así fue que cuando el capitán General Don Vicente Emparan, tomó el mando de aquellas Provincias fue común el disgusto que se ocasionó  por saberse que su nombramiento había emanado del General Murat considerándosele de consiguiente por un mal cálculo afecto al sistema de usurpación no obstante haberse confirmado La Junta Suprema de Sevilla en un destino para el cual se le consideró revestido de la cualidades que exigía su alto carácter; ocupados con este sentimiento y llenos de la confianza que les imponía el mismo celo y amor a la Real persona de V.M. llegaron a Caracas las tristes noticias de haberse apoderado los enemigos de Las Andalucías, haberse disuelto la Junta Central y restablecidos el primer Consejo de Regencia que a poco tiempo comunico de oficio su instalación. Semejantes desgracias debían causar por precisión inquietudes, agitaciones extraordinarias y multitud de desórdenes consiguientes al modo con que llegaban a aquel país los sucesos de la península donde inoportuna y escandalosamente se tachaban las operaciones de La Junta Central, se la supuso criminal presentándola a la faz de los pueblos distantes como una reunión de hombres egoístas y mal intencionados, llegando el atrevimiento al extremo de mirarse dentro  del mismo Cádiz, no sé si se diga con desprecio, pero al menos negándose vilmente por medios rastreros y escritos sediciosos la autoridad deposita por la cautividad de V.M. y las circunstancias extraordinarias de la Nación en la precitada regencia. ¿Qué consecuencias pues debían esperarse  en aquellos remotos dominios donde la intriga podía ejercerse más impunemente y atizar con menos riesgo la tea de la discordia? ‘La experiencia, Señor,  ha demostrado cuales fueron y cuantas las victimas consumidas por este fuego destructor’. Llena la masa general de habitantes de sentimientos sinceros no dudaron, creyeron si, sin previsión, como medida eficaz para la conservación de los derechos de V.M. depositar el mando en una Junta titulada Suprema que se compuso de blancos, europeos y criollos, los cuales por entonces ejercieron la Soberanía en nombre de V.M. negándose a reconocer a la Regencia bajo los anteriores pretextos cuyo desenlace yo no alcanzo a indicarlo. La Regencia entonces declaro rebeldes a los de Caracas  e inmediatamente despachó y dió órdenes para un bloqueo presentando todo desde luego un aspecto nada lisonjero. “Hermanos entre si y todos vasallos que defendían los derechos de V.M. rompían tan estrechos vínculos respetando al mismo tiempo las Memoria de V.M.”! Cuanta sangre, Señor, vertida por no haberse prevenido diestra y pacíficamente los males a que iba a ser conducido tan hermoso país por una pequeña porción de hombres inmorales y corrompidos!, efectivamente despreciados, insultados porque defendían los derechos de V.M, y habían resistido fuertemente a la invasión y aprovechándose de la sencillez de sus compatriotas abusando de su credulidad y poco a poco en medio de un porvenir placentero, les adormecen, les engañan, y como que tenían el ejército de la autoridad en sus manos les fue fácil ejecutar el descabellado plan de una independencia quimérica, que solo la maldad o más bien el egoísmo hubiera apoyado: así fue que desde entonces se notó constantemente una eficacia singular en ocultar la verdadera situación de la península , consiguiendo hacer creer a los de poca precaución que sus medidas eran consiguientes a la pérdida irreparable de aquella y sucesivamente multitud de invenciones criminales, propias de acaloramiento y costumbres corrompidas de los que por desgracia tenían a su disposición la fuerza  como que se había procurado colocar a la cabeza los facciosos de primera nota que debían cooperar a su plan. Desde entonces, Señor, se arrojó la máscara con que habían ocultado sus intenciones de las 20 las 19 partes de la población lo conocían, deseaban por momentos el remedio, lo buscaban, que los condujese a su anterior estado de tranquilidad: sin embargo de cuantos inconvenientes se presentaban no faltaron sujetos de probidad, arrostrando mil peligros, y sin contar con más auxilio que los naturales del país adictos a V.M., se atreviesen a querer vengar los derechos de su Soberano, escandalosamente hollados por una reunión de desleales que por lo mismo que conocían su bajeza tocaban todos los resortes capaces de asegurar su atentado aunque fuese de apariencia.
Cuando se presentó en Caracas Francisco Miranda concolega de Simón Bolívar, quien acabo de descorrer el velo con que aún se disfrazaban las providencias de La Junta, y la malicia de aquellos hombres aspirantes a mandos, por desgracia, fue descubierta la contra revolución que estaba acordada para confundir los malvados y reponer la legítima autoridad a fines de junio del mismo año de 1810, por un número de hijos del país, haciendo cabeza Don José María Sánchez y ;os mismos que fueron conducidos al cadalso sellando con su sangre la acrisolada fidelidad que formaba el único delito de aquellos vasallos amantes de V.M.
Esta fue la primera señal del desorden y del encarnizamiento: se apresuran a cometer toda especie de crímenes fundados en el apoyo de su decantada libertad.
Por todas partes ejerce la arbitrariedad el despotismo un espionaje atroz: todos ven desaparecer la tranquilidad de sus familias, se buscan delitos, se castigan los inocentes, prevalece la impostura y nada detiene el torrente de males en que sumergido aquel desgraciado pueblo que dio el norte y guía de su libertad en la entrada del General Don Domingo Monteverde, entregándose voluntariamente sin exposición alguna todos los pueblos en masa desde Coro hasta Valencia, componiéndose todo su ejército de los mismos hijos del país y uno que otro europeo; dimanando esto así de que la generalidad de los habitantes no había tenido parte en aquella novedad como que acostumbrados al gobierno español, volvían abrasarle sin oposición todos los pueblos del interior de la provincia, pasándose en partidas considerables y por compañías a seguir la banderas de V.M., conforme se iba acercando el jefe español; lo que visto por Francisco Miranda,, que era el General de los insurgentes, y desconfiando de la parte que le quedaba, se apresuró a capitular con Monteverde en Julio de dicho año de  1812, entregándose al Gobierno español y reconociendo de nuevo por legitimo Soberano a V.M., mediante un olvido o perdón general de todo lo pasado; de modo que por causas nuevas solo podía procederse contra sus autores.
Bajo esta Capitulación que aprobó la Regencia se pacifico Caracas, lo estuvo desde julio de 1812; pero Monteverde quebrantó la capitulación pues sin causas o delitos nuevos prendió  a muchos y remitió presos a España a algunos de los principales cabezas de la revolución de donde comenzó un disgusto grande  y se originó que Simón Bolívar uno de los principales revolucionarios que se había fugado a Colonias, junto gente de ellas y del Virreinato de Santa Fé y declarando guerra a muerte a los españoles, entró en la Provincia de Caracas en 1813, publicando la independencia y degollando a cuantos se  le oponían, sin perdonar a un solo español de cuantos caían en sus manos, aunque estuvieran desarmado. Llegó y se apoderó de Caracas en agosto del mismo año de 1813 habiéndola abandonado los jefes españoles que se retiraron a Puerto Cabello.
En este estado volvió Bolívar con su ejército a lo interior de la Provincia, batió la tropa española al mando del Capitán General Monteverde, a la división mandada por el Mariscal de Campo Don Juan Manuel Cagigal, y otra de que era jefe el Coronel Ceballos.
Con estos triunfos  marchaba para destruir la división que Don José Tomas Boves había levantado en los llanos de Calabozo, pero el valeroso Boves salió al encuentro y le derrotó en  diversas batallas  de cuyas resultas se refugió Bolívar con las reliquias de su ejército en Caracas, en julio de 1814, más perseguido por las tropas de Boves, dejo a Caracas y se marchó a las Provincias de Barcelona y Cumaná.
Boves dejando sujeta a V.M. la Provincia de Caracas con jefes provisionales definitivamente adictos a V.M., siguió a Bolívar y le derrotó en la inmediaciones de Barcelona y continuo haciendo lo mismo con todas las tropas insurgentes hasta Maturín en que se habían hecho fuertes, dieron los enemigos una terrible batalla con fuerza muy superior a Boves que después de una valerosa resistencia se retiró y reuniendo sus tropas acometió de nuevo al enemigo   que fue derrotado, mas con la desgracia de morir Boves en la acción: sucedió en el mando Don Francisco Tomas Morales, quien en sus diversos ataques logro tomar  Maturín y Güiria únicos puntos que ocupaba el ejército insurgente.
En este  estado disponía Morales expedición para invadir la Isla de Margarita último asilo de los sediciosos a cuyo tiempo llego la escuadra de V.M. al mando del General Enrile con las tropas que comanda el General Morillo, a cuyas fuerzas se entregó a discreción dicha isla  el 1° de abril de este año con cual queda pacificado todo el territorio que comprende La Capitanía General de Caracas.
Mas para que V.M. pueda formar justa idea del estado de desolación a que ha quedado reducido el Departamento de Venezuela, referiré algunos pasajes ocurridos en el tiempo que lo pacifico El Comandante Boves y los medios que adoptaba para ello. Conozco, Señor, que contristarán el sensible y piadoso corazón de V.M., pero lo hago considerando que su conocimiento es necesario para que V.M. pueda tomar las providencias que estime más adecuadas al remedio de tantos males y a la permanente tranquilidad de aquel país.
El Comandante general Boves desde el principio de la campana manifestó el sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fundabase en la destrucción de todos los blancos conservando, contemplado y halagando a las demás castas como resulta de los hechos siguientes: en El Guayabal, poco después de la batalla de Mosquiteros, declaró la muerte de todos los blancos y lo ejecutó constantemente hasta el pueblo de San Mateo. Por consecuencia de esta resolución hizo matar en Calabozo 87 blancos que pudo aprehender y dejó lista de otros 32 para el mismo efecto y orden a la salida de esta Villa, a su comandante militar, para que hiciese matar a todo hombre blanco que allí llegase y que las mujeres blancas de Calabozo y pueblos inmediatos fuesen remitidas a la Isla de Arichuna, como se ejecutó, repartiendo las casas y bienes de los muertos y de las desterradas entre los pardos y dándoles papeletas de propiedad. En el pueblo de Santa Rosa se mataron todos los blancos que iban entre las compañías de los que se recogieron sin confesión, cuya misma suerte tuvieron igualmente en el pueblo de San Mateo los que fueron a vender víveres al ejército. Luego que Boves salió de Cumaná para Urica  encontró varios blancos en las compañías que se habían formado por su orden de las gentes nuevamente remitidas de los pueblos y los hizo morir todos en el campo, por la noche, entre ellas a Don N. Armas, vecino de Barcelona, a un hijo del Comandante Militar de San Mateo y al Comandante de la misma clase de Margarita nombrado por Morales. Esta misma conducta observó el Comandante Militar de Cumaná, Salaverría, que hizo perecer de noche más de 200 personas blancas ocultamente y sin confesión.
La insaciable sed de sangre de Boves no estaba sólo contraída a la de los blancos, aunque contra  éstos era más ardiente; en los campos de batalla y en los pueblos pacíficos se cometieron por su orden horrores de que hay pocos ejemplares.
A consecuencia de haber sitiado a Valencia capituló solemnemente con Boves quien a nombre de V.M. perdonó vidas y ofreció respetar las propiedades y conservarlas, en cuya virtud se entregaron sus habitantes, pero inmediatamente que entró Boves en la ciudad, hizo degollar por la noche y sin confesión entre ochocientos a mil hombres en el cerro del Pato, saqueándola después.
Igual suerte tuvo la ciudad de Caracas que se entregó sin hacer resistencia y en las noches que permaneció allí Boves, y después por su orden, se sacaban porción de hombres a degollar. Luego que en 18 de agosto de 1814, se venció a la Villa de Aragua después de estar reducida a V.M., entraron las tropas de Boves con sable en mano y algunos a caballo y dentro de la misma Iglesia degollaron de 400 a 500 hombres, con desacato a la majestad sacramentada que estaba presente.
Después del 16 de octubre del mismo año fue batido en las inmediaciones de Cumaná el cuerpo de Piar que la había ocupado: dió Boves orden  a la tropa para que entrara a la ciudad y matase cuantos hombres se encontraran, como así lo ejecutó, después de estar aquella reducida cuando varios a caballo dentro de la Iglesia parroquial buscando a los que en ella se habían refugiado, como lo realizaron con más de 500 en cuya operación fueron privilegiados los pardos.    
Todos los habitantes, hombres, mujeres y niños de los pueblos de San Joaquín y Santa Ana en la Provincia de Barcelona fueron degollados en número de más de mil por  el Teniente de caballería don N. Molinet, francés, en virtud de orden de Boves y con otra por separado de este al Sargento 1° Don Domingo Camero, para que si Molinet no cumplía exactamente su orden, le matase Camero: estos dos individuos tenían las ordenes originales que leí y habiéndoles reconvenido amigablemente y suplicado que no lo ejecutasen, al menos con las mujeres y niños, me contestaron que no podían porque peligraban sus vidas, por cuya conservación cumplieron exactamente las ordenes de Boves y fueron incendiados los pueblos con sus iglesias, habiendo ascendido  Molinet  a Capitán por su puntual desempeño .
Después que vencimos en la acción de Urica a los enemigos de V.M. se presentaron voluntariamente 500 hombres entregando sus armas, y sin permitirme confesarlos, los degollaron a todos en aquella misma noche.
Luego que se redujeron y tomaron por la fuerza los pueblos de Irapa, Soro, punta de Piedras, y Güiria, en el Golfo Triste, se publicó  indulto a nombre de V.M. para que cuantos estuviesen refugiados en los montes se presentasen, los que haciéndolo en su virtud de 50 en 50 inmediatamente que lo ejecutaban fueron degollados en las mismas noches en las playas de Carúpano, donde estábamos, sin que se me permitiese confesarlos, y sin que a estos ni los anteriores se le formase causa alguna judicial.
La conducta observada por Boves fue consiguiente a sus palabras: continuamente recordaba a sus tropas en público su declaración de guerra a muerte a los blancos hecha en Guayabal: siempre les repetía que los bienes de éstos eran de los pardos. En sus cálculos militares y en su clase de gobierno este sistema formaba una parte principal. En los llanos decían él que no debe quedar un blanco, por dos razones: la primera por tener destinado aquel territorio para los pardos y la segunda para asegurar su retirada en caso de una derrota pues se fiaba de los blancos cuya compañía le desagrado siempre, mas con los pardos comía y con él ellos formaban sus diversiones. Para complemento de esta conducta dió órdenes de palabra y por escrito a todos los comandantes militares para que a cuantos patriotas blancos se presentasen o pudiesen ser aprehendidos, los matasen ocultamente sin formarles causa ni observar alguna otra formalidad añadiéndoles siempre que sería su mejor amigo el que más matase.
A consecuencia de este sistema han desaparecido los blancos. En Cumaná sólo han quedado 5 ú 8 del país y aún una gran cantidad de señoras fueron presas y remitidas a Caracas para ser conducidas después a la desértica Isla de Arichuna.
En el mismo ejército de Boves se componía a principios de diciembre de 1814, de 7.500 hombres sólo había de 60 a 80 soldados blancos y de 40 a 45 del mismo color entre comandantes y oficiales españoles y criollos del mismo ejército.
Después de la toma de Maturín a mediados del expresado mes de diciembre se siguió el mismo sistema de carnicería y mortandad que se había observado invariablemente antes del fallecimiento de Boves. Así fue que el Comandante Gorrín mató a 130 que aprehendió en los 4 días siguientes a la ocupación de aquel pueblo, teniendo indistintamente la misma suerte cuantos se acogieron y presentaron en virtud de un indulto que se publicó ofreciendo seguridad.
La insubordinación del ejército era general y escandalosa, sin orden de ningún jefe amanecían muertos los pocos blancos pacíficos de los pueblos, siendo voz muy común y pública entre los pardos, negros, mulatos y zambos que le componían, el exterminio de aquella raza habiendo varios ejemplares que comprueban esta verdad y la de su falta de disciplina y subordinación, pues cuando se les antojaba no obedecer las órdenes de algunos comandantes y jefes lo resistían de hecho y pedían su deposición  a que accedía el comandante general Boves, nombrando otros, que a poco tiempo experimentaban la misma suerte si trataban de corregirlos en sus excesos . Pero, basta, Señor, recordar los estragos i escenas de horror que han sufrido aquellas Provincias; contrayéndome ahora a exponer a V.M. con la sencillez que me inspiran mi celo y bien de las mismas, las providencias que considero necesarias para asegurar su tranquilidad.
1° Por la gran mortandad de españoles y de gente blanca se compone la población de aquellas Provincias casi enteramente de negros, mulatos, zambos y mestizos, que aspiran a alzarse con ellas por su ansia inextinguible de ser libres los esclavos y de tener representación civil y optar a empleos los mulatos y demás castas. Para contener sus designios parece que a más de permanecer allí cuatro ó cinco mil hombres de tropa española se supriman las milicias de pardos, negros y blancos recogiéndose todas las armas.
2° Que se prohíba el comercio de negros esclavos  y su introducción en aquellas Provincias ó que de permitirse sea con la precisa calidad de que a los 20 años les den sus dueños la libertad gratuitamente, que a cada ano se dé libertad por suerte al número de los esclavos actuales de buena conducta a que alcance el dinero que se junte de la contribución de un 2% que se exija de los frutos y producciones de aquel distrito: permitiendo además V.M. que de las islas Canarias, Baleares y de España puedan trasladarse a Caracas las familias que voluntariamente quieran y a las cuales deberán dárseles gratuitamente tierras de las muchas incultas y realengas que hay allí.
3° Que para disminuir el número de pardos ó mulatos y mestizos, suavizar su emulación a los blancos, y aumentar el gremio de éstos, se conceda la gracia de que todo pardo ó mestizo que sea nieto descendiente de legítimo matrimonio de padres y abuelos libres pase a la clase de blancos del estado común ó llano y goce de los fueros y derechos de tal.
4° Que para los indios convertidos se catequicen mejor y se instruyan y apliquen a la agricultura y artes, con mejor dirección que la que se experimenta hasta el presente, todas las misiones y misioneros estén subordinados al ordinario eclesiástico  en todo lo espiritual como lo están los curas de almas y en lo temporal pendan del vice-patrono regio, disponiéndose que en lo sucesivo no vaya de misionero a América al que no tenga 35 años y haya también acreditado su conducta religiosa y celosa por la conversión de los infieles.
5° Que prohibiendo las leyes y órdenes de V.M. a los Gobernadores, Intendentes y Ministros de las Audiencias, dar empleo en el distrito de su mando a parientes, comensales ó criados por los graves inconvenientes que se previeron, es evidente que se quebranta tan importante disposición de que resultan agravios y perjuicios por la desarreglada conducta de dichos empleados, engreídos y confiados en la protección de los Magistrados superiores, como sus parientes o patronos cometen desaciertos, injusticias y tropelías, de que los agraviados, ó no se atreven a dar quejas, ó no consiguen el remedio, de donde se origina el resentimiento y descontento de los americanos con el gobierno español y por esto conviene se reitere la referida providencia  con pena de privación de empleo al  Gobernador, Intendente ó Ministro de la  Real Audiencia cuyos parientes, comensales, domésticos y criados sean empleados en el distrito de su mando.
6° Otra de las causas del descontento antiguo de los habitantes de las Provincias de Caracas, con el gobierno español, es el desorden y abandono que hay en el Gobierno de Admon. de Justa. En todos los pueblos del interior, siendo mayor a proporción de la distancia de la capital, es de suponer que el Gobernador de Caracas y los de las otras Provincias nombran sus tenientes, que con el título de Tenientes de Justicias Mayores, gobiernan y administran justicia en los diversos partidos en que se divide cada Provincia. Que estos jueces los  mudan los gobernadores a su arbitrio, que no tienen sueldo ni renta fija; que son hombres legos sin instrucción en las leyes y no se les da asesor, y que no pocas veces se dan estos empleos por dinero.
La experiencia acredita que jueces de tales circunstancias ni saben gobernar bien los pueblos ni administran justicia, ni tratan ni cuidan de ello, y si por lo general de adquirir por todos medios dinero ya para mantenerse y resarcir lo dado por el empleo, y ya para hacer bolsillo a toda prisa mediante la incertidumbre de su permanencia.
La práctica que siguen los gobernadores de Caracas es nombrar dichos sus Tenientes al ingreso al Gobierno y luego separarlos a los dos años y nombrar otros por cuyo método jamás toman los debidos conocimientos de los pueblos, su vecindario, usos, costumbres, ramos de industria y demás concerniente al bien y prosperidad común.
Comprendo que se conseguirá el remedio a estos graves males mandando que los lugartenientes del Gobernador de Caracas y demás provincias de su distrito, se nombren y permanezcan en el empleo los mismos años que el Gobernador en el suyo, sin que éstos los puedan remover sin grave y justificada causa: que los que desempeñen bien su empleo, cumplido su tiempo se les promueva a otro. Que los tenientes de gobierno sean precisamente abogados recibidos ó al menos tengan el Bachiller en Leyes, porque de lo contrario son incapaces de administrar justicia en pueblos en los que no hay ni un sólo Letrado, como sucede en casi todos los del interior de aquellas Provincias. Que a dichos Tenientes se le señale el sueldo fijo competente sobre los propios y arbitrios de los pueblos o los que con audiencia de éstos elija el acuerdo de La Real Audiencia, por lo que deberá también arreglarse el número de tenientes de Gobernador que ha de haber en cada Provincia y el partido ó distrito de cada uno dando cuenta de todo este arreglo a V.M. para su soberana aprobación ó resolución que sea de vuestro Real agrado.
7° Que en los casos de notoria escasez ó falta de artículos de primera necesidad, para el consumo ordinario a causa de no llevarlos los buques españoles, puedan introducirse en estos de colonias amigas pagando a la Real Hacienda un 10% de extracción de frutos y un 12% de introducción de efectos, con tal que previamente se califique la verdadera falta y necesidad por Junta competente del Gobernador, Intendente, Regente de La Real Audiencia, Fiscal de La Real Hacienda, dos individuos del Ayuntamiento de la Capital y su Síndico Procurador.
Todas las anteriores providencias serán ineficaces para el propuesto objeto de conservar en justa subordinación las Provincias de Venezuela, si V.M. no aplica la más importante y necesaria, por la que claman años a la razón y la justicia, aquellos habitantes y el mismo decoro y honor del Trono y Gobierno justo de V.M. Tal es la de que para los empleos principales de aquellas Provincias, como Gobernadores, Intendente, Ministros de Real Hacienda, se elijan sujetos de acreditada buena conducta moral, rectos, prudentes, desinteresados, inteligentes y prácticos en la ardua ciencia de gobernar, de administrar justicia y de manera exacta y fielmente la Real Hacienda, pues con toda verdad puede asegurarse que la desgracia de inobservancia de este saludable y justo sistema es la funesta raíz y causa principal de la insurrección de Caracas y demás países de América. –Madrid, 31 de Julio de 1815

Dr. Josef Ambrosio Llamozas

Nota del Trascriptor: El presente trabajo, fue transcrito tomando como base el Escrito del Presbítero José Ambrosio Llamozas, Titulado  “Memorial del Presbítero José Ambrosio Llamozas, llevado A Madrid para ser presentado a Fernando VII.” Llamozas fue Vicario y Capellán del Ejercito de Boves, presentado por El Doctor José Antonio de Armas Chitty en su libro “BOVES A TRAVES DE SUS BIOGRAFOS”, Editado por La Academia Nacional de La Historia, Caracas año 1992, Páginas 43 a 62.
En la transcripción se ha tratado de conservar la redacción y ortografía original del texto presentado por de Armas Chitty, salvo error ú omisión.



sábado, 25 de noviembre de 2017

Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos, Autor: Julián Llamozas

                Pronunciada la capital de Caracas el 19 de abril de 1810, llego velozmente la noticia a esta plaza (Calabozo) estando encargado del mando de ella, como Teniente de Justicia Mayor, el Alférez Joaquín Delgado, quien dio al pueblo una alocución patriótica, por la cual todos contentos se regocijaron con públicas demostraciones de júbilo por la transformación del gobierno. A poco tiempo se hicieron las elecciones de representantes para el Congreso Constituyente, con el mayor entusiasmo de estos habitantes.
Declarada la Independencia en la capital, la celebraron estos vecinos con los europeos y canarios residentes aquí con bailes músicas, iluminaciones generales, geroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos, distinguiéndose en los costos y en entusiasmo de la jura, José Marcelino Velázquez, de doce años, hijo de Antonio Velázquez, natural de Canarias.
            Enviado por el Gobierno el Comandante Carlos Plaza para arreglar las milicias de este cantón, dejo encargado para este efecto a su ayudante Medina y se ausento. Seguidamente llegaron órdenes para auxiliar con su caballería a la expedición que marchaba para Angostura al mando del General Moreno y salió de esta plaza una columna a las órdenes del oficial Vicente Delgado Manzano, quien habiéndose reunido al ejército y pasado el Orinoco por Borbón, volvió dispersada aquella a esta ciudad. Después en 1814, fue pasado por las armas  Vicente Delgado Manzano en el Guayabal. Amenazada la plaza de San Fernando que mandaba el Comandante Pedro Aldao en el año 1811 por una escuadrilla de Angostura salió de esta en su auxilio Joaquín Delgado con trescientos hombres de todas armas, y regreso con la gloriosa noticia de haber rechazado a los enemigos aquel jefe.
            Después del terremoto de 1812 vino de la capital Miguel Ustáriz de Comandante de esta plaza, trayendo consigo algunos oficiales; llego a poco tiempo de San Carlos José Boves (a quien poco antes había indultado el nuevo gobierno de delitos de piratería) esparciendo funestas noticias sobre la invasión de Monteverde con sediciosas miras.
            Denunciado al Doctor José Ignacio Briceño, comisionado por el Congreso para conocer las causas de la infidencia, fue preso el indicado Boves, juzgado y condenado a muerte, cuya ejecución la confió Briceño al  Teniente de Justicia Mayor Juan Vicente Delgado, ausentándose el para Barinas, pero el referido Delgado, resolvió enviarlo a Miranda, lo que no tuvo efecto por la aproximación de los enemigos.
Contaba la plaza de Calabozo en estos momentos para su defensa con tres piezas de artillería, de a ocho, con sus correspondientes pertrechos, un corto número de fusiles y un cuerpo de caballería compuesto de los vecinos de la población al mando de Joaquín Delgado, su caudillo. Destinados por Monteverde desde San Carlos, Antoñanzas y Zuazola con doscientos fusileros, los más de ellos veteranos expulsos de Caracas, para invadir estos llanos, se hicieron también de mucha caballería en los pueblos del Pao, Tiznados y guardatinajas, y reunidas estas fuerzas, se dirigieron a esta ciudad por la Misión de La Santísima Trinidad, matando en el paso de San Marcos a Juan Manuel Padrón. Jefe de una avanzada que allí estaba; y el 21 de mayo de 1812, formaron su línea de batalla al frente de esta plaza. En aquellos momentos se eligieron para mandar la artillería al Regidor José del Carmen Hurtado, Remigio López y José Revenga, quienes no conocían del arte militar, pero si los distinguía un acrisolado patriotismo y habiéndose reunido a la artillería, los vecinos armados de tercerolas y fusiles que defendían la plaza, quedo dispuesto de este modo el plan de la defensa. La caballería que había salido al campo y se había, formado al frente del enemigo, no pudiendo resistir la superioridad de sus fuerzas, se replegó hasta la plaza con su bizarro caudillo, donde se mantuvo firme hasta la entrada de aquellos.
            A las nueve de la mañana al ocupar los cazadores las calles, rompió fuego la artillería, y aquellos ocuparon las manzanas de la plaza, cogiendo en una de ellas en su casa, al Teniente de Justicia Juan Vicente Delgado, a quien ataron y dieron tres bayonetazos con los cuales salto dos paredes y llego a la plaza; y en la casa del mismo a golpes y heridas sacrificaron a José Revenga. Esparciéndose por toda la población un terror pánico, a la cuatro horas, muertos y heridos los defensores de la plaza, cayó herido también Remigio López que mandaba uno de los cañones, quien no permitió  que le curasen, exclamando que no quería sobrevivir a la pérdida de la libertad de su patria y murió. Apoderados los enemigos de la plaza por todos sus ángulos, dió  Antoñanzas el saqueo libre a sus tropas, y soltando a los criminales de la cárcel con Boves a la cabeza, comisionó a este para salir al alcance  de los señores Comandantes Miguel Ustáriz, doctores Navarte y Alsur, que poco antes habían salido de la plaza, los cuales fueron alcanzados en el paso de san Jayme por la partida, matando de tránsito en su hato de Venegas, a Diego García, natural de Las Palmas, que estaba allí con su familia y presentando Boves dichos señores al jefe invasor, acredito su actividad y sed de sangre.
            Ocupada Venezuela por las armas de Monteverde en virtud de la capitulación celebrada con Miranda en Maracay el 24 de julio de 1812, Calabozo tuvo la fortuna de que le destinasen de Comandante General a don Pedro Asterola, vizcaíno, político que procuró dulcificar las penas de sus habitantes contentándose solo con arreglar la milicia bajo el nombre de “Voluntarios de Fernando VII”, compuesta de vecinos honrados a quienes puso de ayudante Para su disciplina a Juan José Revenga, cuya opinión patriótica  coincidía con sus alumnos: antes de un año de continuas repulsas de las ordenes de Monteverde y delaciones de los isleños , renunció el mando para retirarse a Coro, lugar de su domicilio, con algunas mulas que negocio. Sucedió a este en la Comandancia General a principios del año 1813, el feroz José Tomas Rodríguez Boves, que tenía ya el grado de capitán, aborto de Gijón, en las costas de España, a quien veían generalmente con odio las familias notables por sus modales groseros e inmortalización. A pocos días de su permanencia en esta ciudad, fue avisado de una revolución en Espino cuya noticia transcendieron los jóvenes patriotas con júbilo, creyendo que era llegado el día de sacrificar a este monstruo. Gil Antonio Parpacén , estudiante de derecho que se había ya distinguido con sus hermanos menores en la defensa de esa plaza, fue el primero que invito a sus compatriotas a espulgar su suelo del tirano: acompañaba le con entusiasmo el maestro Juan Bautista Riberol y Vicente Negrete con otros muchos y al toque de una llamada general se presentaron armados y formados en la plaza, según estaba así dispuesto por Boves para ir sobre conjuración antedicha; y aquella noche partieron de esa ciudad al mando de este armados de carabina y lanza, dejando en cuenta de sus miras a los que quedaron en esta plaza. No pudiendo en la marcha asesinarle  en la noche por las cautelas de que se valía llegaron al frente de Espino donde se acampó por la noche para asaltar la población al amanecer, y lisonjeado Parpacén con encontrar en el Comandante de Espino, el jefe de la insurrección que decía dejó sus filas y armado de carabina y canana, entro en la casa de este a quien impuso de la llegada de Boves y el objeto que traían sus compañeros de armas de asesinarle al entrar en la plaza para unirse a ellos por la Patria. Sorprendido e comandante le contestó que él y el pueblo estaban por el Rey y enseguida se marchó al campo de Boves a felicitarlo y darle parte de lo sucedido. No es más veloz el rayo que lo que fuel el tirano en la averiguación del caso exaltando su rabia la circunstancia de no poder sacrificar su víctima al frente de sus conmilitones y de dar el saqueo a la población. Asegurado Parpacén con ataduras fue enviado a Calabozo con destino a Puerto Cabello, en cuyo presidio exhaló su noble alma este mártir de la patria. Presos en Espino los que se decían ser autores de la Revolución de aquel pueblo y desconfiando Boves de las tropas de Calabozo, acuarteló a inmediaciones de su casa la caballería de Santa Rita, que llamó a su auxilio. No apagado el fuego que ardía en el corazón de los Calaboceños, cargaron con arena los fusiles de la guardia que custodiaba a los presos y por la noche se echaron sobre ella dándole de puñaladas al Isleño Sargento Domingo Delgado, y poniendo a los presos en libertad, se dirigieron a la casa de Boves a quien ya encontraron al frente de la caballería de Santa Rita, animándolos a combatir. Un terror pánico se esparció en los ánimos de los presos y conjurados, que al favor de la noche fueron sacrificados, mas no así los valientes Riberol, Negrete, Gabriel Mota y Eusebio Sequeda, que armados a caballo rompieron para el alto llano y siendo alcanzados por una partida en un hato pelearon a pie firme con sus carabinas y espadas hasta morir. Cortadas las cabezas a estos valientes las llevaron en triunfo al orgulloso Boves, quien después de haber azotado en un canon caliente  a varios, los remitió con seguridad a la cárcel de esta ciudad, para que fuesen juzgados y descubiertos los demás cómplices. A los pocos días entro en esta plaza como un león, y formando las tropas en ella, dió órdenes secretas a los Sargentos para prender a cuantos encontrasen en las calles y casas, como lo verificaron con ultrajes inauditos, enviándolos en seguida para Puerto Cabello. Consternados estos vecinos huían por los campos, en cuyo tiempo recibió órdenes Boves para salir con las tropas a Maturín en auxilio de Monteverde, donde habían sufrido ya dos derrotas las armas del Rey. Partió velozmente dejando de Comandante accidental de la plaza al antiguo Sargento de La Reina, Albarracín, con órdenes de enviarle cuantos vecinos saliesen a sus casas o pudiese coger. Al poco tiempo  llego en calidad de Comandante el Teniente Coronel Garrote, con piquete de fusileros Españoles.
            Derrotadas las primeras tropas opresoras que bajaron cobardemente por el Apure, llegaron las primeras noticias a esta ciudad de los triunfos de Bolívar. Su proclama de guerra a muerte que aterrorizo a los enemigos, circulo en esta ciudad: ella animo a un punado de hombres reunidos en San José de Tiznados para enviar aquí con un supuesto soldado de la caballería de vanguardia libertadora con cucarda y banderola tricolor un pliego al Comandante Garrote para que entregase el mando y las armas a Juan José Revenga ó a Rafael Negrete, amenazándolo con que de no verificarlo pasarían con tres mil hombres a esta plaza y la tomarían por la fuerza, cuya farsa sufrió el efecto deseado, porque turbado Garrote  convoco un Cabildo extraordinario, y manifestando el pliego a la reunión, los exhortó a la defensa del Rey, a lo que contestaron unánimemente su desafección. Esta resolución, bien pronunciada causo en el jefe un temor que le obligó a entregar el mando a Rafael Negrete por estar ausente Revenga. Rendidas las armas de este modo, las pasaron a manos de los vecinos patriotas, que arrestando los soldados realistas se acuartelaron y velaron por su seguridad. El Cabildo reunido en sesión permanente dictó cuantas medidas estaban a su alcance despachando una comisión cerca del General Bolívar cuya vanguardia suponían en Tiznados y que teniendo que pasar hasta Valencia, su retardo ocasionó otra con el mismo objeto, pidiendo seguidamente a Villa de Cura el auxilio de gente, que efectivamente vinieron hasta el río desarmados, al mando de Rafael Pereira, proveyéndolos por la noche de armas, entraron a la plaza al amanecer.
            Contentos ya los vecinos Calaboceños con este refuerzo, puso Pereira presos a más de sesenta Europeos avecindados aquí. Sabido Bolívar por la comisión de la  situación de esta plaza, envió desde La Victoria de Comandante General a ella con sesenta dragones, al Teniente Coronel Tomas Montilla. Este, cumpliendo con las ordenes de aquel jefe organizó los Tribunales Civiles y Militares por elecciones populares, recayendo el mando de Teniente de Justicia  en Pedro Manuel López; seguidamente se nombró un tribunal de doce notables para juzgar a los europeos arrestados, quienes solo fueron penados con multas, según sus proporciones y puestos en libertad bajo de fianza seguidamente. 
            Retirado de las inmediaciones de Maturín el ejército español al mando del General Cagigal, hacia las costas del Orinoco, se pasó este jefe con algunos otros a Guayana dejando a Boves al mando y por su segundo a Morales que mandaba la infantería. Estos dirigieron sus marchas por Santa Rita, hacia esta plaza con cerca de mil hombres, y de aquel punto se les deserto con su compañía de caballería el Capitán Español Manuel Cabrera, quien dio aquí la primera noticia de la venida de aquellos, no habiendo tenido más obstáculo en la marcha que el de haberles picado las canoas del paso de Mana pire el Teniente de Justicia de Santa Rita, llegando al Calvario con los criados y peones de los hatos del tránsito que dejo quemados. Juan Buscarruidos, vecino de esta y Teniente del Calvario, voló aquí e impuso a Montilla de la llegada de los enemigos a aquel pueblo, y resuelto Montilla a batirlos antes que llegaran a esta plaza  envió al Comandante Padrón con seiscientos hombres de todas armas y una pieza volante de artillería mandada por el oficial José Esteban Romero, que murió en la acción; marchando en la descubierta de la división, la Legión Patriótica de carabinas y lanza, compuesta de los más bizarros jóvenes criadores de esta ciudad mandados por su Capitán de Guayana. Dividida así nuestra fuerza por dejar alguna guarnición en la plaza salió la antedicha división el 22 de Noviembre y se acampo por la noche en las costas del cano de Santa Catalina, a poco trecho hacia el norte, de la casa y corrales que ocupo el enemigo, en el camino recto del Calvario, ignorando nuestra posición. El esforzado patriotismo de Bruno Delgado, que acompañaba la división, le sugirió la idea de introducir un criado suyo en el campo enemigo para inspeccionarlo, y regreso informado que estaban atrincherados en un corral de palo a pique, No bastaron ruegos al jefe para no exponer la acción, y en la madrugada del 23 al toque de la diana enemiga rompió el fuego sobre el lecho de Boves, nuestra Legión Patriótica, recibiendo una herida de mano de Cabrera, dicho Boves. Espantada la caballería enemiga se dispersó al principio, mas su infantería apoyada en la empalizada, dirigía los tiros a las continuas cargas de nuestros soldados, que morían al pie de ella, durando el combate hasta las cinco de la mañana en que quedo victorioso el enemigo por nuestra inexperiencia. Pasados a cuchillo los prisioneros, quedaron confundidos con los muertos de la acción José Antonio García y Ángel Padrón, este rico criador, que traído a la presencia de Boves, rescató su vida por dinero, para perderla después de muchas acciones en Aragua de Barcelona; y aquel estudiante que cursaba clases de ciencias también fue perdonado por dinero y empeños.
            Regresados a esta plaza los restos de nuestra división con su Comandante Padrón y la pieza de artillería que la traía Rafael Amaya amarrada a la cola del caballo, acompañados de Isaac Camacho, joven de doce años que salvo en las ancas de su caballo un herido, esperaban todos hacer en la plaza los últimos esfuerzos, pues en ella  había tres cañones veteranos; más a las diez de la mañana tuvieron a bien retirarse los jefes y dragones de la plaza dejando sueltas las canoas del paso del rio que estaba crecido.
            Consternados los vecinos, corrían en todas direcciones para salvarse, cayendo muchos en manos de los enemigos como Matías Hernández, Ángel Díaz, Manuel Gallegos, Jesús Hurtado y los Oficiales Españoles Manuel Cabrera y Tordesillas. Que fueron pasados por las armas en la plaza, después de la entrada de Boves que tuvo lugar a las doce de aquel día.
            Fue de notarse el valor e intrepidez conque el anciano José Tomás Silva, que había venido de su labor de defensa de  la plaza, armado de flecha, sostuvo al tirano, con valor patriótico, su opinión, despreciando la muerte con que lo amenazaba que quiso se le prolongase en una cadena en que  le mando poner con el venerable Cura de Guardatinajas, José Manuel González, en un pontón que estaba en el río Apure; este mismo el año de 1818 se echó a  los pies de Bolívar, pidiéndole sus manos para besarlas, como Libertador de su patria.
            Reunidos en Villa de Cura las tropas derrotadas y emigrados de Calabozo el Batallón de Barlovento de Caracas, con algunos cuerpos de caballería, tomo el mando de ellas el Coronel Vicente Campo Elías, por orden de Bolívar, quien dirigió la marcha a esta ciudad por El Sombrero, en cuyo tránsito por el Calvario se le reunieron las caballerías victoriosas de Maturín y Chaguaramas. Dividido el ejército en tres cuerpos con los nombres de Centro, Derecha e Izquierda, llegaron al caño de Mosquiteros donde fueron saludados por el cañón enemigo que ocupaba en línea de batalla los bancos opuestos a dicho caño, a cuya inmediación emboscó Boves, en un platanal su ala derecha de caballería. Pasado el caño nuestro centro y derecha y puestos en formación, atacó el enemigo la izquierda que pasaba el Caño y la arrolló; en cuyo acto atacó el centro y derecha a las filas enemigas y las destrozó completamente, persiguiendo la caballería de Maturín en todas direcciones al enemigo.
            Desgraciadamente todos los vecinos emigrados de Calabozo, incorporados en el ala izquierda perecieron, siendo los más notables de ellos el antiguo Alférez Real Joaquín Delgado, Eduardo Arana, Feliciano López, Félix y Manuel Rodríguez, José López, Ravelo, Nicolás Parpacén, José Valero, Antonio Velázquez.
            Recuperada la plaza, a los veinte días de la acción de Santa Catalina, por Campo Elías, Morales herido de una bala y Boves llegaron al Guayabal, donde al auxilio de las aguas se detuvieron a reunir su gente, enviando a Guayana grandes partidas de mulas de estos vecinos para proveerse de armas y pertrechos  con que también les auxiliaron de la plaza de San Fernando; y concediendo a sus soldados todo género de pillajes, y premios a los peones y esclavos que presentasen a sus amos. Llegando sus guerrillas hasta El Rastro, pueblo que se había distinguido por su Patriotismo, lo quemaron y asaltando el cuartel mataron a cuantos encontraron, y después de haberlo saqueado se retiraron.
            Preparado Campo Elías en Calabozo con sus tropas y prácticos, para buscar al monstruo en sus guaridas, le llego la orden del General Bolívar para que precipitadamente marchase con el Batallón Barlovento a la acción de Araure, y dejase en la plaza el resto de la fuerza al mando del Coronel de Ingenieros Pedro Aldao, jefe prudente y de valor experimentado, quien conociendo el peligro que amenazaba a las infelices familias de Calabozo, les propuso que emigrasen con las autoridades civiles, escribanos, archivos y sacerdotes, mandándolos escoltados para su seguridad hasta la Mesa de Paya: desembarazado así del sexo débil y de los niños que oprimían su corazón, monto sus fuerzas compuestas de toda arma y salió con ellas a recorrer el pueblo de El Sombrero, de donde bajo a El Rastro: allí recibió órdenes de Bolívar de volver a ocupar la plaza de Calabozo resuelto a obedecerla dio vuelta por El Rastro abajo, acampándose en los corrales de San Marcos, Hato de Camero, de donde avanzando el Comandante Padrón al paso del rio para seguir a Calabozo encontró con el enemigo. Trabado allí el combate fue pasado Padrón con una bala por el pecho, y el enemigo circunvalo entonces los corrales en los que se apoyaba la infantería, en cuyo acto el Coronel Aldao soltó su caballo y animando con la espada en la mano a la tropa, dio ejemplo esta de firmeza y valor, muriendo con ella cual otro Leónidas con este punado de Espartanos, entre ellos los oficiales José Antonio González, Diego Mujica, Salvador Martel, Francisco Álvarez, obedeciendo las leyes de su patria.
            Ufano Boves con esta victoria que le reponía del crédito perdido en Mosquiteros, acuarteló sus tropas en las solitarias casas de Calabozo, arrancando de ellas cuanto hierro encontró en sus rejas para hacer lanzas, con la que armó en poco tiempo una numerosa caballería. La voz del desorden se esparció por todas partes, no siendo de extrañar que el centro de Venezuela, en llanuras inmensas, llenas entonces de caballos, mulas y ganados, en que los hombres ejercitan el valor y las privaciones, pusiese Boves un ejército numeroso con el cebo de las propiedades ajenas, con que subyugó a Venezuela. Organizadas sus fuerzas y disciplinada la infantería con artillería marchó para la capital, logrando en La Puerta triunfar del ejército patriota al mando de Campo Elías.
            Acreditado Dionisio Díaz Toro, vecino de Las Matas de El Sombrero, por las muertes ejecutadas en La Almiranta, camino de Caracas a Calabozo, después de la derrota de Santa Catalina, en los vecinos de El Rastro y de esta ciudad, Alejandro Mújica, septuagenario, Andrés Clermont, Teodoro Gutiérrez, Doctor Mota y otros, mereció ser puesto por Boves de Comandante General de Calabozo: su bárbara ignorancia y sed de sangre le acreditaron de fiel ejecutor de las órdenes del tirano: ellas tenían por bases la destrucción de los honrados Calaboceños que regresasen a sus casas, aun con licencias de los jefes enemigos.
            Ocupada la capital por Boves, despachó órdenes circulares a todos sus Comandantes para que apremiasen a todas las familias de Calabozo para que regresasen a su pueblo, con el objeto de que allí experimentasen el fallo de su sentencia. El isleño José Antonio Morales, vecino criador de esta, animó y trajó en su compañía a Bruno Delgado, Cayetano Sosa, Manuel Ledezma y Francisco Esteban Rodríguez Camejo, vecinos notables por su honradez, edades, empleos y bienes de fortuna y al mismo llegar a Calabozo, fueron fusilados en la plaza el 28 de de julio de 1814, en cuyo mismo día mandó asesinar Boves en los montes de Macuto a Juan Vicente Delgado y al Presbítero Francisco José de Silva y dar muerte de noche en Coticita a Juan Rodríguez Oses y en Valencia a Pedro Manuel López.
            No contento Díaz Toro con las victimas que acababa de sacrificar, mandó prender a sus afligidas esposas, pasándolas por el frente de los cadáveres de sus maridos para desterrarlas a Apure, y arrastró a las colas de los caballos los cadáveres, desde la plaza fueron arrojados al río; ejecutando esto mismo con muchos otros que fusilaba incesantemente; proscriptos algunos, escaparon a países extranjeros y otros viviendo desconocidos en ajenos pueblos y muriendo en ellos como Bernardo Camacho, Pedro y dos hijos, Juan Manuel Bermúdez y Ceferino Silva. Muerto Boves, calmó algo la persecución de los Calaboceños patriotas, sin embargo Morales, su digno compañero y sucesor ejerció por algún tiempo las mismas atrocidades, que calmaron con la llegada de Morillo a estos llanos.
            Acosados y perseguidos por todas partes los Calaboceños pasaron al Apure, donde a las órdenes del General Páez, se distinguieron  y ascendieron en la defensa de la patria los siguientes: General Florencio Jiménez, Coroneles Hermenegildo Mujica, Francisco Guerrero, José Francisco Hurtado, Remigio Lara, Justo Silva, Comandante Diego Parpacén, Manuel Ojeda,, José Mirabal, Luciano Hurtado, Camejo, conocido como el primero, Oficiales Manuel Figueredo, Manuel Maldonado, Ramón García Mora, Marcelino Velázquez, Ramón Delgado, Dionisio Parpacén, Francisco Villamediana y Comandante de Guerrillas: Francisco Carrasquel, del Guayabal, Indio José López, de Guardatinajas y  Valentín Cortes y Sandoval, de El Rastro.  Conociendo el jefe expedicionario la importancia del punto de Calabozo, fijó en el su Cuartel General,  donde atacado el año de 1818 (12 de febrero) por las fuerzas combinadas del General Bolívar tuvo que retirarse por El Sombrero, perseguido hasta sus bosques en que sufrieron algunas perdidas las tropas nuestras por las emboscadas enemigas. Los continuos reveses de esta campaña, hicieron replegar las armas patriotas al Apure, donde siguieron algunas familias comprometidas.
            Verificada la acción de Carabobo que selló la libertad, ocupó la plaza de Calabozo la guerrilla mandada por Valentín Cortés el año de 1821, enviada de orden superior. Restablecido el orden por toda Venezuela y reunidos los virtuosos Calaboceños, dieron principio al fomento de sus productivas crías con cuyos recursos contribuyeron a la persecución de los facciosos de los Guires y Tamanacos, marchas de tropas al Táchira y Provincia de Barcelona, dos veces gozando de paz de la tranquilidad que ofrecen las instituciones liberales, hasta el año de 1835, en que tuvo lugar la revolución del día 8 de julio en la Capital: el 12 del mismo mes se presentó al jefe político de este cantón, Luis Mendoza, enviado por el General Páez desde San Pablo, a quien había traído velozmente la noticia de aquel acontecimiento, a informar de él.
            Convocado el pueblo y el Concejo de la Sala Municipal, el jefe político citó a Mendoza para que individualmente impusiese lo sucedido, lo que verificó: seguidamente el Jefe Político manifestó a sus compatriotas la necesidad de mantener el orden constitucional y oyó con placer la Ley Fundamental, la circuló a los pueblos del Cantón y a los limítrofes de Chaguaramas, Orituco y Provincias de Apure y Guayana, invitándolas al sostenimiento del orden constitucional. Reunida la Milicia, monturas y bestias en breves días por la actividad de los jefes y oficiales de ella y sabiendo la autorización del General Páez por el Consejo de Gobierno para restituir el orden perdido, marchó el escuadrón de Calabozo a sus órdenes, armado de lanzas y carabinas a la Capital  de donde regresó contento después de haber restablecido el orden, a esta plaza. Seguidamente recibió el Jefe Político nuevas órdenes para reunir las caballerías del Cantón y ponerlas a disposición del General Jiménez con los auxilios necesarios para marchar a las Provincias de Oriente, con lo que contribuyeron voluntariamente los habitantes verificándose la salida de dichos cuerpos.   
            El año de 1837, sitiada la plaza de San Fernando por la facción de Farfán, Calabozo reunió sus fuerzas y auxilios posibles para socorrerla. El General Páez llegó a esta, encontrando ya en marcha sobre el enemigo, en San Andrés, al Escuadrón Calabozo, bajo las órdenes inmediatas del Coronel Doroteo Hurtado, con su Comandante José Mirabal, que fueron detenidos allí de orden del Jefe General para incorporarse con ellos, quien después salió de aquí con el resto de las fuerzas de infantería que pudo reunir, acompañándolas voluntariamente varios jóvenes de Calabozo hasta el Apure. El resultado de esta gloriosa campana que aseguro la libertad, es bien sabido de todos.

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Nota del Trascriptor: El presente trabajo, fue transcrito tomando como base el Escrito de Don Julián Llamozas, Titulado  “Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos”, presentado por El Doctor José Antonio de Armas Chitty en su libro “BOVES A TRAVES DE SUS BIOGRAFOS”, Editado por La Academia Nacional de La de Historia, Caracas año 1992,Páginas 63 a 79.
En la transcripción se ha tratado de conservar la redacción y ortografía original del texto presentado por de Armas Chitty, salvo error u omisión.