Pronunciada la capital de
Caracas el 19 de abril de 1810, llego velozmente la noticia a esta plaza
(Calabozo) estando encargado del mando de ella, como Teniente de Justicia
Mayor, el Alférez Joaquín Delgado, quien dio al pueblo una alocución
patriótica, por la cual todos contentos se regocijaron con públicas
demostraciones de júbilo por la transformación del gobierno. A poco tiempo se
hicieron las elecciones de representantes para el Congreso Constituyente, con
el mayor entusiasmo de estos habitantes.
Declarada
la Independencia en la capital, la celebraron estos vecinos con los europeos y
canarios residentes aquí con bailes músicas, iluminaciones generales,
geroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos,
distinguiéndose en los costos y en entusiasmo de la jura, José Marcelino Velázquez,
de doce años, hijo de Antonio Velázquez, natural de Canarias.
Enviado por el Gobierno el
Comandante Carlos Plaza para arreglar las milicias de este cantón, dejo
encargado para este efecto a su ayudante Medina y se ausento. Seguidamente
llegaron órdenes para auxiliar con su caballería a la expedición que marchaba
para Angostura al mando del General Moreno y salió de esta plaza una columna a
las órdenes del oficial Vicente Delgado Manzano, quien habiéndose reunido al ejército
y pasado el Orinoco por Borbón, volvió dispersada aquella a esta ciudad.
Después en 1814, fue pasado por las armas
Vicente Delgado Manzano en el Guayabal. Amenazada la plaza de San
Fernando que mandaba el Comandante Pedro Aldao en el año 1811 por una
escuadrilla de Angostura salió de esta en su auxilio Joaquín Delgado con
trescientos hombres de todas armas, y regreso con la gloriosa noticia de haber
rechazado a los enemigos aquel jefe.
Después del terremoto de 1812 vino
de la capital Miguel Ustáriz de Comandante de esta plaza, trayendo consigo
algunos oficiales; llego a poco tiempo de San Carlos José Boves (a quien poco
antes había indultado el nuevo gobierno de delitos de piratería) esparciendo
funestas noticias sobre la invasión de Monteverde con sediciosas miras.
Denunciado al Doctor José Ignacio
Briceño, comisionado por el Congreso para conocer las causas de la infidencia,
fue preso el indicado Boves, juzgado y condenado a muerte, cuya ejecución la
confió Briceño al Teniente de Justicia
Mayor Juan Vicente Delgado, ausentándose el para Barinas, pero el referido
Delgado, resolvió enviarlo a Miranda, lo que no tuvo efecto por la aproximación
de los enemigos.
Contaba
la plaza de Calabozo en estos momentos para su defensa con tres piezas de
artillería, de a ocho, con sus correspondientes pertrechos, un corto número de
fusiles y un cuerpo de caballería compuesto de los vecinos de la población al
mando de Joaquín Delgado, su caudillo. Destinados por Monteverde desde San
Carlos, Antoñanzas y Zuazola con doscientos fusileros, los más de ellos
veteranos expulsos de Caracas, para invadir estos llanos, se hicieron también
de mucha caballería en los pueblos del Pao, Tiznados y guardatinajas, y
reunidas estas fuerzas, se dirigieron a esta ciudad por la Misión de La Santísima
Trinidad, matando en el paso de San Marcos a Juan Manuel Padrón. Jefe de una
avanzada que allí estaba; y el 21 de mayo de 1812, formaron su línea de batalla
al frente de esta plaza. En aquellos momentos se eligieron para mandar la
artillería al Regidor José del Carmen Hurtado, Remigio López y José Revenga,
quienes no conocían del arte militar, pero si los distinguía un acrisolado
patriotismo y habiéndose reunido a la artillería, los vecinos armados de
tercerolas y fusiles que defendían la plaza, quedo dispuesto de este modo el
plan de la defensa. La caballería que había salido al campo y se había, formado
al frente del enemigo, no pudiendo resistir la superioridad de sus fuerzas, se
replegó hasta la plaza con su bizarro caudillo, donde se mantuvo firme hasta la
entrada de aquellos.
A las nueve de la mañana al ocupar
los cazadores las calles, rompió fuego la artillería, y aquellos ocuparon las
manzanas de la plaza, cogiendo en una de ellas en su casa, al Teniente de
Justicia Juan Vicente Delgado, a quien ataron y dieron tres bayonetazos con los
cuales salto dos paredes y llego a la plaza; y en la casa del mismo a golpes y
heridas sacrificaron a José Revenga. Esparciéndose por toda la población un
terror pánico, a la cuatro horas, muertos y heridos los defensores de la plaza,
cayó herido también Remigio López que mandaba uno de los cañones, quien no
permitió que le curasen, exclamando que
no quería sobrevivir a la pérdida de la libertad de su patria y murió.
Apoderados los enemigos de la plaza por todos sus ángulos, dió Antoñanzas el saqueo libre a sus tropas, y
soltando a los criminales de la cárcel con Boves a la cabeza, comisionó a este
para salir al alcance de los señores
Comandantes Miguel Ustáriz, doctores Navarte y Alsur, que poco antes habían
salido de la plaza, los cuales fueron alcanzados en el paso de san Jayme por la
partida, matando de tránsito en su hato de Venegas, a Diego García, natural de
Las Palmas, que estaba allí con su familia y presentando Boves dichos señores
al jefe invasor, acredito su actividad y sed de sangre.
Ocupada Venezuela por las armas de
Monteverde en virtud de la capitulación celebrada con Miranda en Maracay el 24
de julio de 1812, Calabozo tuvo la fortuna de que le destinasen de Comandante
General a don Pedro Asterola, vizcaíno, político que procuró dulcificar las
penas de sus habitantes contentándose solo con arreglar la milicia bajo el
nombre de “Voluntarios de Fernando VII”, compuesta de vecinos honrados a
quienes puso de ayudante Para su disciplina a Juan José Revenga, cuya opinión
patriótica coincidía con sus alumnos:
antes de un año de continuas repulsas de las ordenes de Monteverde y delaciones
de los isleños , renunció el mando para retirarse a Coro, lugar de su
domicilio, con algunas mulas que negocio. Sucedió a este en la Comandancia
General a principios del año 1813, el feroz José Tomas Rodríguez Boves, que
tenía ya el grado de capitán, aborto de Gijón, en las costas de España, a quien
veían generalmente con odio las familias notables por sus modales groseros e
inmortalización. A pocos días de su permanencia en esta ciudad, fue avisado de
una revolución en Espino cuya noticia transcendieron los jóvenes patriotas con
júbilo, creyendo que era llegado el día de sacrificar a este monstruo. Gil
Antonio Parpacén , estudiante de derecho que se había ya distinguido con sus
hermanos menores en la defensa de esa plaza, fue el primero que invito a sus
compatriotas a espulgar su suelo del tirano: acompañaba le con entusiasmo el
maestro Juan Bautista Riberol y Vicente Negrete con otros muchos y al toque de
una llamada general se presentaron armados y formados en la plaza, según estaba
así dispuesto por Boves para ir sobre conjuración antedicha; y aquella noche
partieron de esa ciudad al mando de este armados de carabina y lanza, dejando
en cuenta de sus miras a los que quedaron en esta plaza. No pudiendo en la
marcha asesinarle en la noche por las
cautelas de que se valía llegaron al frente de Espino donde se acampó por la
noche para asaltar la población al amanecer, y lisonjeado Parpacén con
encontrar en el Comandante de Espino, el jefe de la insurrección que decía dejó
sus filas y armado de carabina y canana, entro en la casa de este a quien
impuso de la llegada de Boves y el objeto que traían sus compañeros de armas de
asesinarle al entrar en la plaza para unirse a ellos por la Patria. Sorprendido
e comandante le contestó que él y el pueblo estaban por el Rey y enseguida se
marchó al campo de Boves a felicitarlo y darle parte de lo sucedido. No es más
veloz el rayo que lo que fuel el tirano en la averiguación del caso exaltando
su rabia la circunstancia de no poder sacrificar su víctima al frente de sus
conmilitones y de dar el saqueo a la población. Asegurado Parpacén con ataduras
fue enviado a Calabozo con destino a Puerto Cabello, en cuyo presidio exhaló su
noble alma este mártir de la patria. Presos en Espino los que se decían ser
autores de la Revolución de aquel pueblo y desconfiando Boves de las tropas de
Calabozo, acuarteló a inmediaciones de su casa la caballería de Santa Rita, que
llamó a su auxilio. No apagado el fuego que ardía en el corazón de los Calaboceños,
cargaron con arena los fusiles de la guardia que custodiaba a los presos y por
la noche se echaron sobre ella dándole de puñaladas al Isleño Sargento Domingo
Delgado, y poniendo a los presos en libertad, se dirigieron a la casa de Boves
a quien ya encontraron al frente de la caballería de Santa Rita, animándolos a
combatir. Un terror pánico se esparció en los ánimos de los presos y conjurados,
que al favor de la noche fueron sacrificados, mas no así los valientes Riberol,
Negrete, Gabriel Mota y Eusebio Sequeda, que armados a caballo rompieron para
el alto llano y siendo alcanzados por una partida en un hato pelearon a pie
firme con sus carabinas y espadas hasta morir. Cortadas las cabezas a estos
valientes las llevaron en triunfo al orgulloso Boves, quien después de haber
azotado en un canon caliente a varios,
los remitió con seguridad a la cárcel de esta ciudad, para que fuesen juzgados
y descubiertos los demás cómplices. A los pocos días entro en esta plaza como
un león, y formando las tropas en ella, dió órdenes secretas a los Sargentos
para prender a cuantos encontrasen en las calles y casas, como lo verificaron
con ultrajes inauditos, enviándolos en seguida para Puerto Cabello.
Consternados estos vecinos huían por los campos, en cuyo tiempo recibió órdenes
Boves para salir con las tropas a Maturín en auxilio de Monteverde, donde
habían sufrido ya dos derrotas las armas del Rey. Partió velozmente dejando de
Comandante accidental de la plaza al antiguo Sargento de La Reina, Albarracín,
con órdenes de enviarle cuantos vecinos saliesen a sus casas o pudiese coger.
Al poco tiempo llego en calidad de
Comandante el Teniente Coronel Garrote, con piquete de fusileros Españoles.
Derrotadas las primeras tropas
opresoras que bajaron cobardemente por el Apure, llegaron las primeras noticias
a esta ciudad de los triunfos de Bolívar. Su proclama de guerra a muerte que
aterrorizo a los enemigos, circulo en esta ciudad: ella animo a un punado de
hombres reunidos en San José de Tiznados para enviar aquí con un supuesto
soldado de la caballería de vanguardia libertadora con cucarda y banderola
tricolor un pliego al Comandante Garrote para que entregase el mando y las
armas a Juan José Revenga ó a Rafael Negrete, amenazándolo con que de no
verificarlo pasarían con tres mil hombres a esta plaza y la tomarían por la
fuerza, cuya farsa sufrió el efecto deseado, porque turbado Garrote convoco un Cabildo extraordinario, y
manifestando el pliego a la reunión, los exhortó a la defensa del Rey, a lo que
contestaron unánimemente su desafección. Esta resolución, bien pronunciada
causo en el jefe un temor que le obligó a entregar el mando a Rafael Negrete
por estar ausente Revenga. Rendidas las armas de este modo, las pasaron a manos
de los vecinos patriotas, que arrestando los soldados realistas se acuartelaron
y velaron por su seguridad. El Cabildo reunido en sesión permanente dictó
cuantas medidas estaban a su alcance despachando una comisión cerca del General
Bolívar cuya vanguardia suponían en Tiznados y que teniendo que pasar hasta
Valencia, su retardo ocasionó otra con el mismo objeto, pidiendo seguidamente a
Villa de Cura el auxilio de gente, que efectivamente vinieron hasta el río
desarmados, al mando de Rafael Pereira, proveyéndolos por la noche de armas,
entraron a la plaza al amanecer.
Contentos ya los vecinos Calaboceños
con este refuerzo, puso Pereira presos a más de sesenta Europeos avecindados
aquí. Sabido Bolívar por la comisión de la
situación de esta plaza, envió desde La Victoria de Comandante General a
ella con sesenta dragones, al Teniente Coronel Tomas Montilla. Este, cumpliendo
con las ordenes de aquel jefe organizó los Tribunales Civiles y Militares por
elecciones populares, recayendo el mando de Teniente de Justicia en Pedro Manuel López; seguidamente se nombró
un tribunal de doce notables para juzgar a los europeos arrestados, quienes
solo fueron penados con multas, según sus proporciones y puestos en libertad
bajo de fianza seguidamente.
Retirado de las inmediaciones de
Maturín el ejército español al mando del General Cagigal, hacia las costas del
Orinoco, se pasó este jefe con algunos otros a Guayana dejando a Boves al mando
y por su segundo a Morales que mandaba la infantería. Estos dirigieron sus
marchas por Santa Rita, hacia esta plaza con cerca de mil hombres, y de aquel
punto se les deserto con su compañía de caballería el Capitán Español Manuel
Cabrera, quien dio aquí la primera noticia de la venida de aquellos, no
habiendo tenido más obstáculo en la marcha que el de haberles picado las canoas
del paso de Mana pire el Teniente de Justicia de Santa Rita, llegando al
Calvario con los criados y peones de los hatos del tránsito que dejo quemados.
Juan Buscarruidos, vecino de esta y Teniente del Calvario, voló aquí e impuso a
Montilla de la llegada de los enemigos a aquel pueblo, y resuelto Montilla a
batirlos antes que llegaran a esta plaza envió al Comandante Padrón con seiscientos
hombres de todas armas y una pieza volante de artillería mandada por el oficial
José Esteban Romero, que murió en la acción; marchando en la descubierta de la
división, la Legión Patriótica de carabinas y lanza, compuesta de los más
bizarros jóvenes criadores de esta ciudad mandados por su Capitán de Guayana.
Dividida así nuestra fuerza por dejar alguna guarnición en la plaza salió la
antedicha división el 22 de Noviembre y se acampo por la noche en las costas
del cano de Santa Catalina, a poco trecho hacia el norte, de la casa y corrales
que ocupo el enemigo, en el camino recto del Calvario, ignorando nuestra
posición. El esforzado patriotismo de Bruno Delgado, que acompañaba la
división, le sugirió la idea de introducir un criado suyo en el campo enemigo
para inspeccionarlo, y regreso informado que estaban atrincherados en un corral
de palo a pique, No bastaron ruegos al jefe para no exponer la acción, y en la
madrugada del 23 al toque de la diana enemiga rompió el fuego sobre el lecho de
Boves, nuestra Legión Patriótica, recibiendo una herida de mano de Cabrera,
dicho Boves. Espantada la caballería enemiga se dispersó al principio, mas su
infantería apoyada en la empalizada, dirigía los tiros a las continuas cargas
de nuestros soldados, que morían al pie de ella, durando el combate hasta las
cinco de la mañana en que quedo victorioso el enemigo por nuestra inexperiencia.
Pasados a cuchillo los prisioneros, quedaron confundidos con los muertos de la
acción José Antonio García y Ángel Padrón, este rico criador, que traído a la
presencia de Boves, rescató su vida por dinero, para perderla después de muchas
acciones en Aragua de Barcelona; y aquel estudiante que cursaba clases de
ciencias también fue perdonado por dinero y empeños.
Regresados a esta plaza los restos
de nuestra división con su Comandante Padrón y la pieza de artillería que la
traía Rafael Amaya amarrada a la cola del caballo, acompañados de Isaac
Camacho, joven de doce años que salvo en las ancas de su caballo un herido,
esperaban todos hacer en la plaza los últimos esfuerzos, pues en ella había tres cañones veteranos; más a las diez
de la mañana tuvieron a bien retirarse los jefes y dragones de la plaza dejando
sueltas las canoas del paso del rio que estaba crecido.
Consternados los vecinos, corrían en
todas direcciones para salvarse, cayendo muchos en manos de los enemigos como
Matías Hernández, Ángel Díaz, Manuel Gallegos, Jesús Hurtado y los Oficiales
Españoles Manuel Cabrera y Tordesillas.
Que fueron pasados por las armas en la plaza, después de la entrada de Boves
que tuvo lugar a las doce de aquel día.
Fue de notarse el valor e intrepidez
conque el anciano José Tomás Silva, que había venido de su labor de defensa
de la plaza, armado de flecha, sostuvo
al tirano, con valor patriótico, su opinión, despreciando la muerte con que lo
amenazaba que quiso se le prolongase en una cadena en que le mando poner con el venerable Cura de
Guardatinajas, José Manuel González, en un pontón que estaba en el río Apure;
este mismo el año de 1818 se echó a los
pies de Bolívar, pidiéndole sus manos para besarlas, como Libertador de su
patria.
Reunidos en Villa de Cura las tropas
derrotadas y emigrados de Calabozo el Batallón de Barlovento de Caracas, con
algunos cuerpos de caballería, tomo el mando de ellas el Coronel Vicente Campo
Elías, por orden de Bolívar, quien dirigió la marcha a esta ciudad por El
Sombrero, en cuyo tránsito por el Calvario se le reunieron las caballerías
victoriosas de Maturín y Chaguaramas. Dividido el ejército en tres cuerpos con
los nombres de Centro, Derecha e Izquierda, llegaron al caño de Mosquiteros
donde fueron saludados por el cañón enemigo que ocupaba en línea de batalla los
bancos opuestos a dicho caño, a cuya inmediación emboscó Boves, en un platanal
su ala derecha de caballería. Pasado el caño nuestro centro y derecha y puestos
en formación, atacó el enemigo la izquierda que pasaba el Caño y la arrolló; en
cuyo acto atacó el centro y derecha a las filas enemigas y las destrozó
completamente, persiguiendo la caballería de Maturín en todas direcciones al
enemigo.
Desgraciadamente
todos los vecinos emigrados de Calabozo, incorporados en el ala izquierda
perecieron, siendo los más notables de ellos el antiguo Alférez Real Joaquín
Delgado, Eduardo Arana, Feliciano López, Félix y Manuel Rodríguez, José López,
Ravelo, Nicolás Parpacén, José Valero, Antonio Velázquez.
Recuperada la plaza, a los veinte
días de la acción de Santa Catalina, por Campo Elías, Morales herido de una
bala y Boves llegaron al Guayabal, donde al auxilio de las aguas se detuvieron
a reunir su gente, enviando a Guayana grandes partidas de mulas de estos
vecinos para proveerse de armas y pertrechos
con que también les auxiliaron de la plaza de San Fernando; y
concediendo a sus soldados todo género de pillajes, y premios a los peones y
esclavos que presentasen a sus amos. Llegando sus guerrillas hasta El Rastro,
pueblo que se había distinguido por su Patriotismo, lo quemaron y asaltando el
cuartel mataron a cuantos encontraron, y después de haberlo saqueado se
retiraron.
Preparado Campo Elías en Calabozo
con sus tropas y prácticos, para buscar al monstruo en sus guaridas, le llego
la orden del General Bolívar para que precipitadamente marchase con el Batallón
Barlovento a la acción de Araure, y dejase en la plaza el resto de la fuerza al
mando del Coronel de Ingenieros Pedro Aldao, jefe prudente y de valor
experimentado, quien conociendo el peligro que amenazaba a las infelices
familias de Calabozo, les propuso que emigrasen con las autoridades civiles, escribanos,
archivos y sacerdotes, mandándolos escoltados para su seguridad hasta la Mesa
de Paya: desembarazado así del sexo débil y de los niños que oprimían su corazón,
monto sus fuerzas compuestas de toda arma y salió con ellas a recorrer el
pueblo de El Sombrero, de donde bajo a El Rastro: allí recibió órdenes de Bolívar
de volver a ocupar la plaza de Calabozo resuelto a obedecerla dio vuelta por El
Rastro abajo, acampándose en los corrales de San Marcos, Hato de Camero, de
donde avanzando el Comandante Padrón al paso del rio para seguir a Calabozo encontró
con el enemigo. Trabado allí el combate fue pasado Padrón con una bala por el
pecho, y el enemigo circunvalo entonces los corrales en los que se apoyaba la infantería,
en cuyo acto el Coronel Aldao soltó su caballo y animando con la espada en la
mano a la tropa, dio ejemplo esta de firmeza y valor, muriendo con ella cual
otro Leónidas con este punado de Espartanos, entre ellos los oficiales José
Antonio González, Diego Mujica, Salvador Martel, Francisco Álvarez, obedeciendo
las leyes de su patria.
Ufano Boves con esta victoria que le
reponía del crédito perdido en Mosquiteros, acuarteló sus tropas en las
solitarias casas de Calabozo, arrancando de ellas cuanto hierro encontró en sus
rejas para hacer lanzas, con la que armó en poco tiempo una numerosa
caballería. La voz del desorden se esparció por todas partes, no siendo de extrañar
que el centro de Venezuela, en llanuras inmensas, llenas entonces de caballos,
mulas y ganados, en que los hombres ejercitan el valor y las privaciones,
pusiese Boves un ejército numeroso con el cebo de las propiedades ajenas, con
que subyugó a Venezuela. Organizadas sus fuerzas y disciplinada la infantería
con artillería marchó para la capital, logrando en La Puerta triunfar del ejército
patriota al mando de Campo Elías.
Acreditado Dionisio Díaz Toro,
vecino de Las Matas de El Sombrero, por las muertes ejecutadas en La Almiranta,
camino de Caracas a Calabozo, después de la derrota de Santa Catalina, en los
vecinos de El Rastro y de esta ciudad, Alejandro Mújica, septuagenario, Andrés Clermont,
Teodoro Gutiérrez, Doctor Mota y otros, mereció ser puesto por Boves de
Comandante General de Calabozo: su bárbara ignorancia y sed de sangre le
acreditaron de fiel ejecutor de las órdenes del tirano: ellas tenían por bases
la destrucción de los honrados Calaboceños que regresasen a sus casas, aun con
licencias de los jefes enemigos.
Ocupada la capital por Boves,
despachó órdenes circulares a todos sus Comandantes para que apremiasen a todas
las familias de Calabozo para que regresasen a su pueblo, con el objeto de que allí
experimentasen el fallo de su sentencia. El isleño José Antonio Morales, vecino
criador de esta, animó y trajó en su compañía a Bruno Delgado, Cayetano Sosa,
Manuel Ledezma y Francisco Esteban Rodríguez Camejo, vecinos notables por su
honradez, edades, empleos y bienes de fortuna y al mismo llegar a Calabozo,
fueron fusilados en la plaza el 28 de de julio de 1814, en cuyo mismo día mandó
asesinar Boves en los montes de Macuto a Juan Vicente Delgado y al Presbítero
Francisco José de Silva y dar muerte de noche en Coticita a Juan Rodríguez Oses
y en Valencia a Pedro Manuel López.
No contento Díaz Toro con las
victimas que acababa de sacrificar, mandó prender a sus afligidas esposas, pasándolas
por el frente de los cadáveres de sus maridos para desterrarlas a Apure, y
arrastró a las colas de los caballos los cadáveres, desde la plaza fueron
arrojados al río; ejecutando esto mismo con muchos otros que fusilaba
incesantemente; proscriptos algunos, escaparon a países extranjeros y otros
viviendo desconocidos en ajenos pueblos y muriendo en ellos como Bernardo
Camacho, Pedro y dos hijos, Juan Manuel Bermúdez y Ceferino Silva. Muerto Boves,
calmó algo la persecución de los Calaboceños patriotas, sin embargo Morales, su
digno compañero y sucesor ejerció por algún tiempo las mismas atrocidades, que
calmaron con la llegada de Morillo a estos llanos.
Acosados y perseguidos por todas
partes los Calaboceños pasaron al Apure, donde a las órdenes del General Páez,
se distinguieron y ascendieron en la
defensa de la patria los siguientes: General Florencio Jiménez, Coroneles
Hermenegildo Mujica, Francisco Guerrero, José Francisco Hurtado, Remigio Lara, Justo
Silva, Comandante Diego Parpacén, Manuel Ojeda,, José Mirabal, Luciano Hurtado,
Camejo, conocido como el primero, Oficiales Manuel Figueredo, Manuel Maldonado,
Ramón García Mora, Marcelino Velázquez, Ramón Delgado, Dionisio Parpacén,
Francisco Villamediana y Comandante de Guerrillas: Francisco Carrasquel, del Guayabal,
Indio José López, de Guardatinajas y Valentín
Cortes y Sandoval, de El Rastro. Conociendo
el jefe expedicionario la importancia del punto de Calabozo, fijó en el su Cuartel
General, donde atacado el año de 1818 (12
de febrero) por las fuerzas combinadas del General Bolívar tuvo que retirarse
por El Sombrero, perseguido hasta sus bosques en que sufrieron algunas perdidas
las tropas nuestras por las emboscadas enemigas. Los continuos reveses de esta campaña,
hicieron replegar las armas patriotas al Apure, donde siguieron algunas
familias comprometidas.
Verificada la acción de Carabobo que
selló la libertad, ocupó la plaza de Calabozo la guerrilla mandada por Valentín
Cortés el año de 1821, enviada de orden superior. Restablecido el orden por
toda Venezuela y reunidos los virtuosos Calaboceños, dieron principio al
fomento de sus productivas crías con cuyos recursos contribuyeron a la persecución
de los facciosos de los Guires y Tamanacos, marchas de tropas al Táchira y
Provincia de Barcelona, dos veces gozando de paz de la tranquilidad que ofrecen
las instituciones liberales, hasta el año de 1835, en que tuvo lugar la revolución
del día 8 de julio en la Capital: el 12 del mismo mes se presentó al jefe político
de este cantón, Luis Mendoza, enviado por el General Páez desde San Pablo, a
quien había traído velozmente la noticia de aquel acontecimiento, a informar de
él.
Convocado el pueblo y el Concejo de
la Sala Municipal, el jefe político citó a Mendoza para que individualmente
impusiese lo sucedido, lo que verificó: seguidamente el Jefe Político manifestó
a sus compatriotas la necesidad de mantener el orden constitucional y oyó con
placer la Ley Fundamental, la circuló a los pueblos del Cantón y a los limítrofes
de Chaguaramas, Orituco y Provincias de Apure y Guayana, invitándolas al
sostenimiento del orden constitucional. Reunida la Milicia, monturas y bestias
en breves días por la actividad de los jefes y oficiales de ella y sabiendo la autorización
del General Páez por el Consejo de Gobierno para restituir el orden perdido,
marchó el escuadrón de Calabozo a sus órdenes, armado de lanzas y carabinas a
la Capital de donde regresó contento después
de haber restablecido el orden, a esta plaza. Seguidamente recibió el Jefe Político
nuevas órdenes para reunir las caballerías del Cantón y ponerlas a disposición del
General Jiménez con los auxilios necesarios para marchar a las Provincias de Oriente,
con lo que contribuyeron voluntariamente los habitantes verificándose la salida
de dichos cuerpos.
El año de 1837, sitiada la plaza de
San Fernando por la facción de Farfán, Calabozo reunió sus fuerzas y auxilios
posibles para socorrerla. El General Páez llegó a esta, encontrando ya en
marcha sobre el enemigo, en San Andrés, al Escuadrón Calabozo, bajo las órdenes
inmediatas del Coronel Doroteo Hurtado, con su Comandante José Mirabal, que
fueron detenidos allí de orden del Jefe General para incorporarse con ellos,
quien después salió de aquí con el resto de las fuerzas de infantería que pudo
reunir, acompañándolas voluntariamente varios jóvenes de Calabozo hasta el
Apure. El resultado de esta gloriosa campana que aseguro la libertad, es bien
sabido de todos.
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Nota del Trascriptor: El presente trabajo, fue transcrito tomando como base el Escrito de Don Julián Llamozas, Titulado “Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos”, presentado por El Doctor José Antonio de Armas Chitty en su libro “BOVES A TRAVES DE SUS BIOGRAFOS”, Editado por La Academia Nacional de La de Historia, Caracas año 1992,Páginas 63 a 79.
Nota del Trascriptor: El presente trabajo, fue transcrito tomando como base el Escrito de Don Julián Llamozas, Titulado “Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos”, presentado por El Doctor José Antonio de Armas Chitty en su libro “BOVES A TRAVES DE SUS BIOGRAFOS”, Editado por La Academia Nacional de La de Historia, Caracas año 1992,Páginas 63 a 79.
En la transcripción
se ha tratado de conservar la redacción y ortografía original del texto
presentado por de Armas Chitty, salvo error u omisión.
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