sábado, 25 de noviembre de 2017

Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos, Autor: Julián Llamozas

                Pronunciada la capital de Caracas el 19 de abril de 1810, llego velozmente la noticia a esta plaza (Calabozo) estando encargado del mando de ella, como Teniente de Justicia Mayor, el Alférez Joaquín Delgado, quien dio al pueblo una alocución patriótica, por la cual todos contentos se regocijaron con públicas demostraciones de júbilo por la transformación del gobierno. A poco tiempo se hicieron las elecciones de representantes para el Congreso Constituyente, con el mayor entusiasmo de estos habitantes.
Declarada la Independencia en la capital, la celebraron estos vecinos con los europeos y canarios residentes aquí con bailes músicas, iluminaciones generales, geroglíficos alusivos a la ostentación del acto y otros aparatos públicos, distinguiéndose en los costos y en entusiasmo de la jura, José Marcelino Velázquez, de doce años, hijo de Antonio Velázquez, natural de Canarias.
            Enviado por el Gobierno el Comandante Carlos Plaza para arreglar las milicias de este cantón, dejo encargado para este efecto a su ayudante Medina y se ausento. Seguidamente llegaron órdenes para auxiliar con su caballería a la expedición que marchaba para Angostura al mando del General Moreno y salió de esta plaza una columna a las órdenes del oficial Vicente Delgado Manzano, quien habiéndose reunido al ejército y pasado el Orinoco por Borbón, volvió dispersada aquella a esta ciudad. Después en 1814, fue pasado por las armas  Vicente Delgado Manzano en el Guayabal. Amenazada la plaza de San Fernando que mandaba el Comandante Pedro Aldao en el año 1811 por una escuadrilla de Angostura salió de esta en su auxilio Joaquín Delgado con trescientos hombres de todas armas, y regreso con la gloriosa noticia de haber rechazado a los enemigos aquel jefe.
            Después del terremoto de 1812 vino de la capital Miguel Ustáriz de Comandante de esta plaza, trayendo consigo algunos oficiales; llego a poco tiempo de San Carlos José Boves (a quien poco antes había indultado el nuevo gobierno de delitos de piratería) esparciendo funestas noticias sobre la invasión de Monteverde con sediciosas miras.
            Denunciado al Doctor José Ignacio Briceño, comisionado por el Congreso para conocer las causas de la infidencia, fue preso el indicado Boves, juzgado y condenado a muerte, cuya ejecución la confió Briceño al  Teniente de Justicia Mayor Juan Vicente Delgado, ausentándose el para Barinas, pero el referido Delgado, resolvió enviarlo a Miranda, lo que no tuvo efecto por la aproximación de los enemigos.
Contaba la plaza de Calabozo en estos momentos para su defensa con tres piezas de artillería, de a ocho, con sus correspondientes pertrechos, un corto número de fusiles y un cuerpo de caballería compuesto de los vecinos de la población al mando de Joaquín Delgado, su caudillo. Destinados por Monteverde desde San Carlos, Antoñanzas y Zuazola con doscientos fusileros, los más de ellos veteranos expulsos de Caracas, para invadir estos llanos, se hicieron también de mucha caballería en los pueblos del Pao, Tiznados y guardatinajas, y reunidas estas fuerzas, se dirigieron a esta ciudad por la Misión de La Santísima Trinidad, matando en el paso de San Marcos a Juan Manuel Padrón. Jefe de una avanzada que allí estaba; y el 21 de mayo de 1812, formaron su línea de batalla al frente de esta plaza. En aquellos momentos se eligieron para mandar la artillería al Regidor José del Carmen Hurtado, Remigio López y José Revenga, quienes no conocían del arte militar, pero si los distinguía un acrisolado patriotismo y habiéndose reunido a la artillería, los vecinos armados de tercerolas y fusiles que defendían la plaza, quedo dispuesto de este modo el plan de la defensa. La caballería que había salido al campo y se había, formado al frente del enemigo, no pudiendo resistir la superioridad de sus fuerzas, se replegó hasta la plaza con su bizarro caudillo, donde se mantuvo firme hasta la entrada de aquellos.
            A las nueve de la mañana al ocupar los cazadores las calles, rompió fuego la artillería, y aquellos ocuparon las manzanas de la plaza, cogiendo en una de ellas en su casa, al Teniente de Justicia Juan Vicente Delgado, a quien ataron y dieron tres bayonetazos con los cuales salto dos paredes y llego a la plaza; y en la casa del mismo a golpes y heridas sacrificaron a José Revenga. Esparciéndose por toda la población un terror pánico, a la cuatro horas, muertos y heridos los defensores de la plaza, cayó herido también Remigio López que mandaba uno de los cañones, quien no permitió  que le curasen, exclamando que no quería sobrevivir a la pérdida de la libertad de su patria y murió. Apoderados los enemigos de la plaza por todos sus ángulos, dió  Antoñanzas el saqueo libre a sus tropas, y soltando a los criminales de la cárcel con Boves a la cabeza, comisionó a este para salir al alcance  de los señores Comandantes Miguel Ustáriz, doctores Navarte y Alsur, que poco antes habían salido de la plaza, los cuales fueron alcanzados en el paso de san Jayme por la partida, matando de tránsito en su hato de Venegas, a Diego García, natural de Las Palmas, que estaba allí con su familia y presentando Boves dichos señores al jefe invasor, acredito su actividad y sed de sangre.
            Ocupada Venezuela por las armas de Monteverde en virtud de la capitulación celebrada con Miranda en Maracay el 24 de julio de 1812, Calabozo tuvo la fortuna de que le destinasen de Comandante General a don Pedro Asterola, vizcaíno, político que procuró dulcificar las penas de sus habitantes contentándose solo con arreglar la milicia bajo el nombre de “Voluntarios de Fernando VII”, compuesta de vecinos honrados a quienes puso de ayudante Para su disciplina a Juan José Revenga, cuya opinión patriótica  coincidía con sus alumnos: antes de un año de continuas repulsas de las ordenes de Monteverde y delaciones de los isleños , renunció el mando para retirarse a Coro, lugar de su domicilio, con algunas mulas que negocio. Sucedió a este en la Comandancia General a principios del año 1813, el feroz José Tomas Rodríguez Boves, que tenía ya el grado de capitán, aborto de Gijón, en las costas de España, a quien veían generalmente con odio las familias notables por sus modales groseros e inmortalización. A pocos días de su permanencia en esta ciudad, fue avisado de una revolución en Espino cuya noticia transcendieron los jóvenes patriotas con júbilo, creyendo que era llegado el día de sacrificar a este monstruo. Gil Antonio Parpacén , estudiante de derecho que se había ya distinguido con sus hermanos menores en la defensa de esa plaza, fue el primero que invito a sus compatriotas a espulgar su suelo del tirano: acompañaba le con entusiasmo el maestro Juan Bautista Riberol y Vicente Negrete con otros muchos y al toque de una llamada general se presentaron armados y formados en la plaza, según estaba así dispuesto por Boves para ir sobre conjuración antedicha; y aquella noche partieron de esa ciudad al mando de este armados de carabina y lanza, dejando en cuenta de sus miras a los que quedaron en esta plaza. No pudiendo en la marcha asesinarle  en la noche por las cautelas de que se valía llegaron al frente de Espino donde se acampó por la noche para asaltar la población al amanecer, y lisonjeado Parpacén con encontrar en el Comandante de Espino, el jefe de la insurrección que decía dejó sus filas y armado de carabina y canana, entro en la casa de este a quien impuso de la llegada de Boves y el objeto que traían sus compañeros de armas de asesinarle al entrar en la plaza para unirse a ellos por la Patria. Sorprendido e comandante le contestó que él y el pueblo estaban por el Rey y enseguida se marchó al campo de Boves a felicitarlo y darle parte de lo sucedido. No es más veloz el rayo que lo que fuel el tirano en la averiguación del caso exaltando su rabia la circunstancia de no poder sacrificar su víctima al frente de sus conmilitones y de dar el saqueo a la población. Asegurado Parpacén con ataduras fue enviado a Calabozo con destino a Puerto Cabello, en cuyo presidio exhaló su noble alma este mártir de la patria. Presos en Espino los que se decían ser autores de la Revolución de aquel pueblo y desconfiando Boves de las tropas de Calabozo, acuarteló a inmediaciones de su casa la caballería de Santa Rita, que llamó a su auxilio. No apagado el fuego que ardía en el corazón de los Calaboceños, cargaron con arena los fusiles de la guardia que custodiaba a los presos y por la noche se echaron sobre ella dándole de puñaladas al Isleño Sargento Domingo Delgado, y poniendo a los presos en libertad, se dirigieron a la casa de Boves a quien ya encontraron al frente de la caballería de Santa Rita, animándolos a combatir. Un terror pánico se esparció en los ánimos de los presos y conjurados, que al favor de la noche fueron sacrificados, mas no así los valientes Riberol, Negrete, Gabriel Mota y Eusebio Sequeda, que armados a caballo rompieron para el alto llano y siendo alcanzados por una partida en un hato pelearon a pie firme con sus carabinas y espadas hasta morir. Cortadas las cabezas a estos valientes las llevaron en triunfo al orgulloso Boves, quien después de haber azotado en un canon caliente  a varios, los remitió con seguridad a la cárcel de esta ciudad, para que fuesen juzgados y descubiertos los demás cómplices. A los pocos días entro en esta plaza como un león, y formando las tropas en ella, dió órdenes secretas a los Sargentos para prender a cuantos encontrasen en las calles y casas, como lo verificaron con ultrajes inauditos, enviándolos en seguida para Puerto Cabello. Consternados estos vecinos huían por los campos, en cuyo tiempo recibió órdenes Boves para salir con las tropas a Maturín en auxilio de Monteverde, donde habían sufrido ya dos derrotas las armas del Rey. Partió velozmente dejando de Comandante accidental de la plaza al antiguo Sargento de La Reina, Albarracín, con órdenes de enviarle cuantos vecinos saliesen a sus casas o pudiese coger. Al poco tiempo  llego en calidad de Comandante el Teniente Coronel Garrote, con piquete de fusileros Españoles.
            Derrotadas las primeras tropas opresoras que bajaron cobardemente por el Apure, llegaron las primeras noticias a esta ciudad de los triunfos de Bolívar. Su proclama de guerra a muerte que aterrorizo a los enemigos, circulo en esta ciudad: ella animo a un punado de hombres reunidos en San José de Tiznados para enviar aquí con un supuesto soldado de la caballería de vanguardia libertadora con cucarda y banderola tricolor un pliego al Comandante Garrote para que entregase el mando y las armas a Juan José Revenga ó a Rafael Negrete, amenazándolo con que de no verificarlo pasarían con tres mil hombres a esta plaza y la tomarían por la fuerza, cuya farsa sufrió el efecto deseado, porque turbado Garrote  convoco un Cabildo extraordinario, y manifestando el pliego a la reunión, los exhortó a la defensa del Rey, a lo que contestaron unánimemente su desafección. Esta resolución, bien pronunciada causo en el jefe un temor que le obligó a entregar el mando a Rafael Negrete por estar ausente Revenga. Rendidas las armas de este modo, las pasaron a manos de los vecinos patriotas, que arrestando los soldados realistas se acuartelaron y velaron por su seguridad. El Cabildo reunido en sesión permanente dictó cuantas medidas estaban a su alcance despachando una comisión cerca del General Bolívar cuya vanguardia suponían en Tiznados y que teniendo que pasar hasta Valencia, su retardo ocasionó otra con el mismo objeto, pidiendo seguidamente a Villa de Cura el auxilio de gente, que efectivamente vinieron hasta el río desarmados, al mando de Rafael Pereira, proveyéndolos por la noche de armas, entraron a la plaza al amanecer.
            Contentos ya los vecinos Calaboceños con este refuerzo, puso Pereira presos a más de sesenta Europeos avecindados aquí. Sabido Bolívar por la comisión de la  situación de esta plaza, envió desde La Victoria de Comandante General a ella con sesenta dragones, al Teniente Coronel Tomas Montilla. Este, cumpliendo con las ordenes de aquel jefe organizó los Tribunales Civiles y Militares por elecciones populares, recayendo el mando de Teniente de Justicia  en Pedro Manuel López; seguidamente se nombró un tribunal de doce notables para juzgar a los europeos arrestados, quienes solo fueron penados con multas, según sus proporciones y puestos en libertad bajo de fianza seguidamente. 
            Retirado de las inmediaciones de Maturín el ejército español al mando del General Cagigal, hacia las costas del Orinoco, se pasó este jefe con algunos otros a Guayana dejando a Boves al mando y por su segundo a Morales que mandaba la infantería. Estos dirigieron sus marchas por Santa Rita, hacia esta plaza con cerca de mil hombres, y de aquel punto se les deserto con su compañía de caballería el Capitán Español Manuel Cabrera, quien dio aquí la primera noticia de la venida de aquellos, no habiendo tenido más obstáculo en la marcha que el de haberles picado las canoas del paso de Mana pire el Teniente de Justicia de Santa Rita, llegando al Calvario con los criados y peones de los hatos del tránsito que dejo quemados. Juan Buscarruidos, vecino de esta y Teniente del Calvario, voló aquí e impuso a Montilla de la llegada de los enemigos a aquel pueblo, y resuelto Montilla a batirlos antes que llegaran a esta plaza  envió al Comandante Padrón con seiscientos hombres de todas armas y una pieza volante de artillería mandada por el oficial José Esteban Romero, que murió en la acción; marchando en la descubierta de la división, la Legión Patriótica de carabinas y lanza, compuesta de los más bizarros jóvenes criadores de esta ciudad mandados por su Capitán de Guayana. Dividida así nuestra fuerza por dejar alguna guarnición en la plaza salió la antedicha división el 22 de Noviembre y se acampo por la noche en las costas del cano de Santa Catalina, a poco trecho hacia el norte, de la casa y corrales que ocupo el enemigo, en el camino recto del Calvario, ignorando nuestra posición. El esforzado patriotismo de Bruno Delgado, que acompañaba la división, le sugirió la idea de introducir un criado suyo en el campo enemigo para inspeccionarlo, y regreso informado que estaban atrincherados en un corral de palo a pique, No bastaron ruegos al jefe para no exponer la acción, y en la madrugada del 23 al toque de la diana enemiga rompió el fuego sobre el lecho de Boves, nuestra Legión Patriótica, recibiendo una herida de mano de Cabrera, dicho Boves. Espantada la caballería enemiga se dispersó al principio, mas su infantería apoyada en la empalizada, dirigía los tiros a las continuas cargas de nuestros soldados, que morían al pie de ella, durando el combate hasta las cinco de la mañana en que quedo victorioso el enemigo por nuestra inexperiencia. Pasados a cuchillo los prisioneros, quedaron confundidos con los muertos de la acción José Antonio García y Ángel Padrón, este rico criador, que traído a la presencia de Boves, rescató su vida por dinero, para perderla después de muchas acciones en Aragua de Barcelona; y aquel estudiante que cursaba clases de ciencias también fue perdonado por dinero y empeños.
            Regresados a esta plaza los restos de nuestra división con su Comandante Padrón y la pieza de artillería que la traía Rafael Amaya amarrada a la cola del caballo, acompañados de Isaac Camacho, joven de doce años que salvo en las ancas de su caballo un herido, esperaban todos hacer en la plaza los últimos esfuerzos, pues en ella  había tres cañones veteranos; más a las diez de la mañana tuvieron a bien retirarse los jefes y dragones de la plaza dejando sueltas las canoas del paso del rio que estaba crecido.
            Consternados los vecinos, corrían en todas direcciones para salvarse, cayendo muchos en manos de los enemigos como Matías Hernández, Ángel Díaz, Manuel Gallegos, Jesús Hurtado y los Oficiales Españoles Manuel Cabrera y Tordesillas. Que fueron pasados por las armas en la plaza, después de la entrada de Boves que tuvo lugar a las doce de aquel día.
            Fue de notarse el valor e intrepidez conque el anciano José Tomás Silva, que había venido de su labor de defensa de  la plaza, armado de flecha, sostuvo al tirano, con valor patriótico, su opinión, despreciando la muerte con que lo amenazaba que quiso se le prolongase en una cadena en que  le mando poner con el venerable Cura de Guardatinajas, José Manuel González, en un pontón que estaba en el río Apure; este mismo el año de 1818 se echó a  los pies de Bolívar, pidiéndole sus manos para besarlas, como Libertador de su patria.
            Reunidos en Villa de Cura las tropas derrotadas y emigrados de Calabozo el Batallón de Barlovento de Caracas, con algunos cuerpos de caballería, tomo el mando de ellas el Coronel Vicente Campo Elías, por orden de Bolívar, quien dirigió la marcha a esta ciudad por El Sombrero, en cuyo tránsito por el Calvario se le reunieron las caballerías victoriosas de Maturín y Chaguaramas. Dividido el ejército en tres cuerpos con los nombres de Centro, Derecha e Izquierda, llegaron al caño de Mosquiteros donde fueron saludados por el cañón enemigo que ocupaba en línea de batalla los bancos opuestos a dicho caño, a cuya inmediación emboscó Boves, en un platanal su ala derecha de caballería. Pasado el caño nuestro centro y derecha y puestos en formación, atacó el enemigo la izquierda que pasaba el Caño y la arrolló; en cuyo acto atacó el centro y derecha a las filas enemigas y las destrozó completamente, persiguiendo la caballería de Maturín en todas direcciones al enemigo.
            Desgraciadamente todos los vecinos emigrados de Calabozo, incorporados en el ala izquierda perecieron, siendo los más notables de ellos el antiguo Alférez Real Joaquín Delgado, Eduardo Arana, Feliciano López, Félix y Manuel Rodríguez, José López, Ravelo, Nicolás Parpacén, José Valero, Antonio Velázquez.
            Recuperada la plaza, a los veinte días de la acción de Santa Catalina, por Campo Elías, Morales herido de una bala y Boves llegaron al Guayabal, donde al auxilio de las aguas se detuvieron a reunir su gente, enviando a Guayana grandes partidas de mulas de estos vecinos para proveerse de armas y pertrechos  con que también les auxiliaron de la plaza de San Fernando; y concediendo a sus soldados todo género de pillajes, y premios a los peones y esclavos que presentasen a sus amos. Llegando sus guerrillas hasta El Rastro, pueblo que se había distinguido por su Patriotismo, lo quemaron y asaltando el cuartel mataron a cuantos encontraron, y después de haberlo saqueado se retiraron.
            Preparado Campo Elías en Calabozo con sus tropas y prácticos, para buscar al monstruo en sus guaridas, le llego la orden del General Bolívar para que precipitadamente marchase con el Batallón Barlovento a la acción de Araure, y dejase en la plaza el resto de la fuerza al mando del Coronel de Ingenieros Pedro Aldao, jefe prudente y de valor experimentado, quien conociendo el peligro que amenazaba a las infelices familias de Calabozo, les propuso que emigrasen con las autoridades civiles, escribanos, archivos y sacerdotes, mandándolos escoltados para su seguridad hasta la Mesa de Paya: desembarazado así del sexo débil y de los niños que oprimían su corazón, monto sus fuerzas compuestas de toda arma y salió con ellas a recorrer el pueblo de El Sombrero, de donde bajo a El Rastro: allí recibió órdenes de Bolívar de volver a ocupar la plaza de Calabozo resuelto a obedecerla dio vuelta por El Rastro abajo, acampándose en los corrales de San Marcos, Hato de Camero, de donde avanzando el Comandante Padrón al paso del rio para seguir a Calabozo encontró con el enemigo. Trabado allí el combate fue pasado Padrón con una bala por el pecho, y el enemigo circunvalo entonces los corrales en los que se apoyaba la infantería, en cuyo acto el Coronel Aldao soltó su caballo y animando con la espada en la mano a la tropa, dio ejemplo esta de firmeza y valor, muriendo con ella cual otro Leónidas con este punado de Espartanos, entre ellos los oficiales José Antonio González, Diego Mujica, Salvador Martel, Francisco Álvarez, obedeciendo las leyes de su patria.
            Ufano Boves con esta victoria que le reponía del crédito perdido en Mosquiteros, acuarteló sus tropas en las solitarias casas de Calabozo, arrancando de ellas cuanto hierro encontró en sus rejas para hacer lanzas, con la que armó en poco tiempo una numerosa caballería. La voz del desorden se esparció por todas partes, no siendo de extrañar que el centro de Venezuela, en llanuras inmensas, llenas entonces de caballos, mulas y ganados, en que los hombres ejercitan el valor y las privaciones, pusiese Boves un ejército numeroso con el cebo de las propiedades ajenas, con que subyugó a Venezuela. Organizadas sus fuerzas y disciplinada la infantería con artillería marchó para la capital, logrando en La Puerta triunfar del ejército patriota al mando de Campo Elías.
            Acreditado Dionisio Díaz Toro, vecino de Las Matas de El Sombrero, por las muertes ejecutadas en La Almiranta, camino de Caracas a Calabozo, después de la derrota de Santa Catalina, en los vecinos de El Rastro y de esta ciudad, Alejandro Mújica, septuagenario, Andrés Clermont, Teodoro Gutiérrez, Doctor Mota y otros, mereció ser puesto por Boves de Comandante General de Calabozo: su bárbara ignorancia y sed de sangre le acreditaron de fiel ejecutor de las órdenes del tirano: ellas tenían por bases la destrucción de los honrados Calaboceños que regresasen a sus casas, aun con licencias de los jefes enemigos.
            Ocupada la capital por Boves, despachó órdenes circulares a todos sus Comandantes para que apremiasen a todas las familias de Calabozo para que regresasen a su pueblo, con el objeto de que allí experimentasen el fallo de su sentencia. El isleño José Antonio Morales, vecino criador de esta, animó y trajó en su compañía a Bruno Delgado, Cayetano Sosa, Manuel Ledezma y Francisco Esteban Rodríguez Camejo, vecinos notables por su honradez, edades, empleos y bienes de fortuna y al mismo llegar a Calabozo, fueron fusilados en la plaza el 28 de de julio de 1814, en cuyo mismo día mandó asesinar Boves en los montes de Macuto a Juan Vicente Delgado y al Presbítero Francisco José de Silva y dar muerte de noche en Coticita a Juan Rodríguez Oses y en Valencia a Pedro Manuel López.
            No contento Díaz Toro con las victimas que acababa de sacrificar, mandó prender a sus afligidas esposas, pasándolas por el frente de los cadáveres de sus maridos para desterrarlas a Apure, y arrastró a las colas de los caballos los cadáveres, desde la plaza fueron arrojados al río; ejecutando esto mismo con muchos otros que fusilaba incesantemente; proscriptos algunos, escaparon a países extranjeros y otros viviendo desconocidos en ajenos pueblos y muriendo en ellos como Bernardo Camacho, Pedro y dos hijos, Juan Manuel Bermúdez y Ceferino Silva. Muerto Boves, calmó algo la persecución de los Calaboceños patriotas, sin embargo Morales, su digno compañero y sucesor ejerció por algún tiempo las mismas atrocidades, que calmaron con la llegada de Morillo a estos llanos.
            Acosados y perseguidos por todas partes los Calaboceños pasaron al Apure, donde a las órdenes del General Páez, se distinguieron  y ascendieron en la defensa de la patria los siguientes: General Florencio Jiménez, Coroneles Hermenegildo Mujica, Francisco Guerrero, José Francisco Hurtado, Remigio Lara, Justo Silva, Comandante Diego Parpacén, Manuel Ojeda,, José Mirabal, Luciano Hurtado, Camejo, conocido como el primero, Oficiales Manuel Figueredo, Manuel Maldonado, Ramón García Mora, Marcelino Velázquez, Ramón Delgado, Dionisio Parpacén, Francisco Villamediana y Comandante de Guerrillas: Francisco Carrasquel, del Guayabal, Indio José López, de Guardatinajas y  Valentín Cortes y Sandoval, de El Rastro.  Conociendo el jefe expedicionario la importancia del punto de Calabozo, fijó en el su Cuartel General,  donde atacado el año de 1818 (12 de febrero) por las fuerzas combinadas del General Bolívar tuvo que retirarse por El Sombrero, perseguido hasta sus bosques en que sufrieron algunas perdidas las tropas nuestras por las emboscadas enemigas. Los continuos reveses de esta campaña, hicieron replegar las armas patriotas al Apure, donde siguieron algunas familias comprometidas.
            Verificada la acción de Carabobo que selló la libertad, ocupó la plaza de Calabozo la guerrilla mandada por Valentín Cortés el año de 1821, enviada de orden superior. Restablecido el orden por toda Venezuela y reunidos los virtuosos Calaboceños, dieron principio al fomento de sus productivas crías con cuyos recursos contribuyeron a la persecución de los facciosos de los Guires y Tamanacos, marchas de tropas al Táchira y Provincia de Barcelona, dos veces gozando de paz de la tranquilidad que ofrecen las instituciones liberales, hasta el año de 1835, en que tuvo lugar la revolución del día 8 de julio en la Capital: el 12 del mismo mes se presentó al jefe político de este cantón, Luis Mendoza, enviado por el General Páez desde San Pablo, a quien había traído velozmente la noticia de aquel acontecimiento, a informar de él.
            Convocado el pueblo y el Concejo de la Sala Municipal, el jefe político citó a Mendoza para que individualmente impusiese lo sucedido, lo que verificó: seguidamente el Jefe Político manifestó a sus compatriotas la necesidad de mantener el orden constitucional y oyó con placer la Ley Fundamental, la circuló a los pueblos del Cantón y a los limítrofes de Chaguaramas, Orituco y Provincias de Apure y Guayana, invitándolas al sostenimiento del orden constitucional. Reunida la Milicia, monturas y bestias en breves días por la actividad de los jefes y oficiales de ella y sabiendo la autorización del General Páez por el Consejo de Gobierno para restituir el orden perdido, marchó el escuadrón de Calabozo a sus órdenes, armado de lanzas y carabinas a la Capital  de donde regresó contento después de haber restablecido el orden, a esta plaza. Seguidamente recibió el Jefe Político nuevas órdenes para reunir las caballerías del Cantón y ponerlas a disposición del General Jiménez con los auxilios necesarios para marchar a las Provincias de Oriente, con lo que contribuyeron voluntariamente los habitantes verificándose la salida de dichos cuerpos.   
            El año de 1837, sitiada la plaza de San Fernando por la facción de Farfán, Calabozo reunió sus fuerzas y auxilios posibles para socorrerla. El General Páez llegó a esta, encontrando ya en marcha sobre el enemigo, en San Andrés, al Escuadrón Calabozo, bajo las órdenes inmediatas del Coronel Doroteo Hurtado, con su Comandante José Mirabal, que fueron detenidos allí de orden del Jefe General para incorporarse con ellos, quien después salió de aquí con el resto de las fuerzas de infantería que pudo reunir, acompañándolas voluntariamente varios jóvenes de Calabozo hasta el Apure. El resultado de esta gloriosa campana que aseguro la libertad, es bien sabido de todos.

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Nota del Trascriptor: El presente trabajo, fue transcrito tomando como base el Escrito de Don Julián Llamozas, Titulado  “Acontecimientos Políticos de Calabozo. Primeras armas de Boves. Combates de Santa Catalina, Mosquiteros y San Marcos”, presentado por El Doctor José Antonio de Armas Chitty en su libro “BOVES A TRAVES DE SUS BIOGRAFOS”, Editado por La Academia Nacional de La de Historia, Caracas año 1992,Páginas 63 a 79.
En la transcripción se ha tratado de conservar la redacción y ortografía original del texto presentado por de Armas Chitty, salvo error u omisión.













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