Batalla de Calabozo
La Sorpresa
Las
33 leguas de San Fernando a Calabozo las recorrió el ejército en tres días,
siguiendo en las dos últimas jornadas el desusado camino de la izquierda del
rio Guárico para no ser sentido por los enemigos. Adelante marchaba la
caballería de Páez; después la infantería, la artillería, el parque y los
equipajes, y enseguida la caballería de Monagas y la de Sedeño. El 9 la jornada
fue hasta la laguna de los zamuros; el 10 el ejército cruza el rio Guárico
por el paso de Altagracia y acampo en el
cano de Pavones; al otro día atravesó el rio Orituco, sorprendió y capturó una
descubierta de los españoles y fue a dormir a inmediaciones de la laguna de los
Tres Moriches.
El
12 de febrero a las seis de la mañana el Libertador dio al general en Jefe
español la sorpresa más extraordinaria, cayendo sobre sus cuarteles
descuidados, después de una marcha de 865 kilómetros efectuada en 43 días, y en
momentos de estar diseminadas a largas distancia las fuerzas enemigas. La
consecuencia debió ser la destrucción total del ejército español, batiéndolo en
detal como la campana admirable de 1813, y los sucesos subsiguientes nos
permiten creer que así habría sucedido, salvo incidentes imprevisibles, sin las
voluntariedades y caprichos del jefe de Apure, expuestos adelante, voluntariedades y caprichos de consecuencias
funestas, primero al estorbar, y luego al interrumpir la acción en los momentos
más delicados de la campaña.
La
marcha de Angostura hasta el Apure, cubierta por el Orinoco, y la sorpresa dada
a los enemigos en Calabozo es una de las operaciones más bellas de la guerra de
Independencia, y ella sola bastaría para ser la gloria de un guerrero (*)
Pocas veces desde un plano
inferior se logran en la guerra sucesos tan extraordinarios y felices, y
oportunidades tan esplendidas, de destruir a poca costa a un enemigo superior
en número; pero no todos saben aprovecharlas.
(*) En la historia militar la
marcha semejante –aparte número de combatientes y extensión del teatro –del
gran príncipe Eugenio de Saboya. General de Austria, por la orilla derecha del
Pó y la sorpresa dada al ejército Francés el 7 de septiembre de 1706, en Turín,
se cita como una de las más gloriosas en su género.
Batalla de Calabozo
Antes
del amanecer del 12 de febrero [de 1818] el ejército emprendió marcha sobre
esta villa. El Libertador iba adelante con una avanzada de caballería y luego
seguía la caballería de Páez en dos columnas, y a corta distancia la infantería
a la derecha y la caballería de Sedeño a la izquierda, é inmediatamente después
el parque y los equipajes, y la caballería de Monagas cubriendo la retaguardia.
Como hemos dicho el general
Español[Morillo] se había trasladado sucesivamente a La Victoria, Valencia y
San Carlos a tomar medidas administrativas, sin temor a los soldados rebeldes
por considerarlos impotentes, a consecuencia del desastre de La Hogaza; y se hallaba
en la última de dichas ciudades, cuando un soldado de caballería Venezolano
nombrado Telesforo Gutiérrez, escapado del Apure, donde se hallaba prisionero,
voló primero a Calabozo y luego a San Carlos, caminando noche y día , a llevar
a Morillo la noticia de la presencia del Libertador en Apure. En el acto el
general español, partió con sus edecanes por el Pao y San José de Tiznados y
casi sin detenerse llego a Calabozo en la noche del 10 de febrero. Del camino
dió órdenes a Calzada de pasar de Nutrias a la Guadarrama, cerca de calabozo,
movimiento que requería varios días (1);
a los destacamentos de el Sombrero y otros pueblos la de dirigirse a Calabozo y
al Coronel López de marchar con su columna a Guayabal. Creía tener tiempo de
reunir sus destacamentos, incorporar a Calzada y socorrer a San Fernando.
El día 11 lo empleo en
preparativos de marcha. A media noche supo la sorpresa dada por los insurgentes
a la descubierta situada en el paso de Orituco, y era tal su engaño que no
creyó en la presencia de fuerzas importantes en aquel punto, sino de algunas de
las tantas partidas alzadas en los llanos, de manera que cuando le avisaron
poco antes de las seis de la mañana del 12 que los insurgentes en gran número
avanzaban a la vista de la plaza, pregunto sobresaltado, y todavía incrédulo: ¿y
por donde han venido? Sin pérdida de tiempo monto a caballo y corrió a
reconocerlos.
El río Guárico, vadeable en el
verano, rodea a Calabozo por el norte, el oeste y el sur; deja por este rumbo
amplio espacio de 10 kilómetros, en el cual existe a 5 kilómetros Alsur de la
ciudad La Misión de Abajo, ó de La Trinidad, lugar cubierto de verdura, siempre
fresco, en aquellas sabanas abrazadas por el sol todo el año, y secas en el
verano. En ella se hallaban el batallón
de Castilla, dos compañías de Navarra, y tres escuadrones de Húsares, mientras
que en la plaza y al este en La Misión de Arriba, ó de Los Angeles, estaban el
batallón N°1 de Navarra, dos compañías del N° 2 y los dos batallones del regimiento de la Unión.
(1) Guadarrama dista de Nutrias 220 kilómetros, lo que supone seis días de marcha y otros tantos para recibir la orden y preparar las tropas.
(1) Guadarrama dista de Nutrias 220 kilómetros, lo que supone seis días de marcha y otros tantos para recibir la orden y preparar las tropas.
De la caballería del país-los escuadrones de López
andaban por El Calvario ó hacia Chaguaramas, y los otros remontábanse en los
Tiznados, Guardatinajas, El Pao y El Baúl. En Calabozo solo tenía Morillo 2.100
infantes y 300 jinetes, todos españoles, y tres piezas de artillería con
algunos sirvientes, fuera de los cañones apostados en los parapetos de tierra
construidos alrededor de la plaza. Por todo 2.450 hombre contra 4.200
insurgentes.
Desde el amanecer El Libertador,
apuro cuando pudo la marcha de las tropas con el objeto de interceptar de la
plaza los españoles de La Misión de Abajo. La infantería en el centro en dos
columnas, la caballería de Páez a la derecha, la de Sedeño a la izquierda, y la
de Monagas a retaguardia avanzaban rápidamente sobre la ciudad. A distancia
conveniente Páez recibió orden de precipitarse sobre la plaza con los
escuadrones de adelante. Mientras Sedeño con parte de su caballería y la
brigada Valdés, corría a interceptar las tropas de La Misión de Abajo que ya venían a toda
carrera sobre Calabozo, y Monagas se lanzaba en su alcance. Páez se apodero en
un corral cerca de la plaza del ganado de los enemigos, en momentos en que el
general Morillo salía de aquella con su escolta y dos compañías de la Unión. El
jefe rebelde lo dejo avanzar a cierta distancia y se fue aproximando con un
grupo solamente para no inspirarle temor, y cuando el español prudentemente
volvió riendas, lo cargó con tal ímpetu que ya Aramendi iba a atravesarlo de un
lanzazo cuando un edecán se interpuso y recibió el golpe mortal por salvar a su
general. Páez retrocedió a tomar parte en el combate principal, esquivando a
las dos compañías de la Unión emboscadas en el camino.
De las tropas de La Misión de
Abajo dos compañías de Castilla lograron pasar hacia Calabozo, pero las cuatro
restantes del mismo batallón, las dos compañías de Navarra y los Húsares
quedaron cortados y completamente cercados no quedo más recurso a los infantes
que formar cuadro para resistir, después que los húsares envueltos por su
derecha fueron cargados y destrozados, y sus restos perseguidos fuera del campo
de batalla. El Libertador lanzó de flanco contra los cuadros españoles la
Guardia de Páez, mientras este General y Sedeño los acometían de frente y
Monagas a retaguardia, pero ni aun asa, sin esperanzas de sostenerse, quisieron
rendirse, y todos sucumbieron quedando
la mayor parte muertos ó heridos y pocos prisioneros. De los Húsares se
salvaron 40 ó 50 con su coronel Juan Juez y unos 20 con el segundo jefe Diego Aragonés,
huyeron al otro lado del Guárico. Los primeros volvieron a la ciudad por un
camino de travesía, los segundos siguieron a los Tiznados.
Los españoles perdieron 600
hombres de los cuales 320 muertos y el resto entre heridos, prisioneros y
dispersos, y los patriotas 100 de unos y otros aun cuando en el boletín
indicaron un número mucho menor.
Mientras ocurría este combate
parte de la caballería corrió a detener al regimiento de la Unión, situado en
La Misión de Arriba, pero este cuerpo formado en columna cerrada, tuvo tiempo
de refugiarse en la plaza sin sufrir otra perdida fuera de sus equipajes.
El ejército libertador se formó
en la llanura frente a la ciudad y Morillo se encerró en sus fortificaciones.
Le quedaban 1.700 hombres 1.800 infantes aguerridos, en aptitud de defenderse
contra fuerzas superiores. Cubrían a la ciudad un parapeto de tierra, cuatro
reductos y una casa fuerte. No pudiendo Bolívar forzar aquel campo
atrincherado, ni convenirle dar tiempo a los adversarios de reunir sus tropas,
resolvió maniobrar para inducir al
enemigo a salir de la plaza y batirlo en
campo raso. Antes de moverse dirigió una comunicación a Morillo proponiéndole
la cesación de la guerra a muerte, y ofreciéndole un indulto a él y a los
suyos, en términos depresivos é injuriosos: el español no le contesto.
La maniobra del Rastro
El día
13 el ejército cruzo el Guárico cerca de medio dio por el paso de San marcos, y
a las tres de la tarde se estableció en El Rastro pueblo situado en medio de
inmensas llanuras, a tres leguas al Norte de Calabozo. Era evidente que
Morillo, sin pérdida de tiempo intentaría retirarse hacia Caracas, a cubrir su
base de operaciones y tratar de reunir algunas de sus columnas dispersas. Sin caballería y con fuerzas
inferiores a los insurgentes no podía dirigirse al oeste en solicitud de
Calzada situado a muchas jornadas de Calabozo, ni al este hacia donde
encontraría la pequeña columna de López, ni mucho menos al sur, dejando
enteramente descubierta la capital. En tan apurada situación solo le era dado
retirarse al norte por uno de los dos caminos de los Valles de Aragua y Caracas
a saber, el de El Rastro y Ortiz, ocupado por el ejército Libertador y el inmediato de El sombrero, en el cual los
independientes, cruzando el Guárico, podían interceptarlo ó caerle arriba mucho
antes de que llegara a la serranía
(2) .En tan
admirable situación el ejército Libertador mantenía todas sus ventajas y
procuraba una decisión inmediata. El coronel Iribarren, encargado de vigilar a
Morillo, con un regimiento de Apure, inundó de partidas los alrededores de la
plaza.
Ideas Falsas atribuidas por Páez a
Bolívar
En la tarde del 13 y en
el día 14 no ocurrió novedad, más a la caída de la noche Páez suscitó al
Libertador una larga y acalorada discusión, con motivo de un proyecto que le
atribuye en su Autobiografía, pero en realidad por el disgusto de no tener el
mando superior, el consecuente estado de ánimo, propenso a la crítica de ideas
y planes ajenos y su injustificado desagrado
(2) Estos dos caminos forman un ángulo agudo, con el vértice en Calabozo.
Porque
antes de marchar a Calabozo no se procedió a tomar San Fernando (3) . Solo tenemos de esta
discusión los informes dados por el mismo Páez, pero el análisis de sus
afirmaciones basta para desvirtuarlas por completo. Según el Bolívar pensaba
marchar a Caracas a levantar 4.000 paisanos, desentendiéndose de Morillo, sin
pensar que este general podía reunir sus columnas dispersas y car sobre la
espalda de los independientes con fuerzas abrumadoras; y a tan peregrino
proyecto Páez, naturalmente, opuso esta y otras razones fáciles de encontrar.
No es posible arrojar sobre la memoria del guerrero acusación más injusta. En
efecto todos los documentos y actos de la vida militar del Libertador prueban
que su concepto del objeto de la guerra fue siempre la destrucción de las
fuerzas enemigas, y no la ocupación de territorios, dando naturalmente a la
posesión de las capitales todo su valor por el efecto moral y sus recursos
materiales. ¿Como se atreve Páez a
atribuir al Libertador idea tan extraña? ¿No recordaba su oficio de Angostura
del 15 de diciembre en el cual le dice: “He concebido el proyecto de levantar
un ejército de siete a ocho mil hombres de todas armas, buscar al enemigo donde
quiera que se encuentre, marchar sobre él, destruirlo, y terminar para siempre
la guerra que desola a Venezuela”?(4).
Este concepto del objeto del objeto de las operaciones de la guerra sirvió
de guía al Libertador en sus catorce campañas. El párrafo copiado por nosotros
páginas atrás, de la nota dirigida por
Bolívar al Consejo de Gobierno, el 5 de febrero desde Payara, es también
concluyente a este respecto. En admirable síntesis expone el programa de la
campaña: “Morillo ha concentrado sus tropas en Calabozo. Batidas estas, San
Fernando, Barinas y toda la Provincia de Caracas, caerán en nuestras manos, sin
otra operación que marchar. Mi dirección es pues a buscarlo, y confió que
obtendremos la victoria, si logro la fortuna de encontrarlo” (5) .
Páez dictó las
Campanas de Apure, origen de su Autobiografía, después de muerto el héroe, en
plena reacción antibolivariana, rodeados de antiguos partidarios y cortesanos
de Boves y Morillo, y para ocultar las funestas voluntariedades y rebeldías que
vamos a exponer enseguida, se apoderó de la falsa leyenda realista, explotada
por José Domingo Díaz en sus cartas
circulares y en la Gaceta de Caracas, durante la guerra, como arma de combate,
basado en la supuesta obsesión del héroe por su ciudad natal , a la cual daban
apariencia de verdad el desembarco de Ocumare, motivado por razones militares
de primer orden, y la proclama
(3) En las “Campañas de Apure” dice que la
discusión tuvo lugar en la noche del 14.
Boletín de La Academia Nacional de Historia N°21, Pág. 1164.
(4) O’Leary XV, Pág. 499.
(5) O’Leary XV, Pág. 558.
Sobre Caracas que no tuvo
la intención de realizar (6).
Fechada en el Unare, en enero de 1817, anunciando, para engañar al enemigo una
marcha.
La verdad histórica.
El juicio del Libertador
respecto a la situación creada por la sorpresa de Calabozo y el éxito adverso
de la campana, lo expresó al Almirante Brión, el 15 de mayo siguiente, en esta
síntesis perfecta: “Lo que más a contribuido a prolongar esta campaña ha sido
la temeraria resistencia de San Fernando, y el empeño del general Páez en tomar
esta plaza, que siempre se habría rendido con el simple bloqueo que se le había
puesto desde mi llegada aquí. Algunos otros por sus erradas opiniones no han
dejado de contribuir al mal éxito que hemos experimentado. La acción del 12 de
febrero nos entregó a Venezuela y al ejército español, mas nosotros no hemos
sabido aprovechar la fortuna que de todos modos se nos ha presentado”(7). Concepción
clara de la realidad, expresada con la prudencia del caso.
La discusión según nos dice Páez,
tomo tales proporciones: “que llamo la
atención a los observadores de lejos, quienes tal vez se figuraron que
estábamos empeñados en una reñida
disputa”. “Al amanecer del día siguiente – continua el general en su
narración – sin que Bolívar hubiese resuelto nada definitivamente, vino un
parte de Iribarren en el cual participaba que Morillo a media noche había
evacuado la ciudad, y que hasta aquella hora no sabía la dirección que había
tomado”. Informe bien raro, por cierto, pues aun en el supuesto de enviarlo
Iribarren antes de entrar a la plaza, sus informantes debían saber la vía adoptada por los españoles, imposible de
ocultar a los vecinos como veremos adelante al referirnos a la retirada de
Morillo, por lo que dudamos de la veracidad de Páez al asentar esta segunda
parte del informe del oficial, y nos fundamos en la lógica de los hechos y en
lo expuesto por Briceño Méndez, secretario de guerra, quien escribe en su relación
histórica: “ Morillo se dirigió hacia El Sombrero y el general Bolívar supo el
movimiento al amanecer del día siguiente” (8)
(6) Varios historiadores repiten la leyenda sin averiguar su origen y sin estudiar los casos. Los más antiguos Montenegro y Colón y Baralt, copiaron el manuscrito de Páez, y los otros han copiado a estos autores.
Recuérdese que apenas liberto Bolívar a Caracas en
1821, la abandonó por proseguir la campaña,
pues aunque amaba su ciudad natal, en la lucha solo guiaban sus pasos los
intereses superiores de la guerra.
(7)Lecuna, Cartas del
Libertador. II. 8.
(8)
Autobiografía de Páez, I, 154. Relación Histórica del general Briceño Méndez,
pag. 50, Caracas 1933.
A consecuencia de las invenciones
de Páez, muchos historiadores censuran por estos hechos injustamente a
Iribarren, oficial insigne y valeroso, licenciado en derecho, de familia
distinguida de Barquisimeto.
Páez trastorna la campaña
En el
informe de Iribarren no era necesario expresar la dirección tomada por Morillo.
No podía ser sino la de El Sombrero: cualquier otra lo alejaba de su base
indispensable de Caracas y Valencia, y lo exponía al peligro de recorrer si
caballería inmensas llanuras. Por tanto los patriotas debieron sin pérdida de
tiempo cruzar el Guárico vadeable por todas partes en aquella estación y lanzarse al camino del Sombrero a
interceptar a morillo, como lo efectuó el Libertador en dos ocasiones solemnes,
con situaciones análogas o casi idénticas a la del Rastro: en Boyacá al cortar
el ejército de Barreiro, y en la pampa de Junín al caer de flanco sobre el de
Canterac para detenerlo en su marcha retrógrada; pero desgraciadamente la
autoridad del Libertador en 1818 no era efectiva sobre los hombres de Apure, y
Páez levantando violentamente su división, se fue a toda carrera a Calabozo,
sin atender a órdenes, prescindiendo de sus deberes y faltando a la disciplina
escandalosamente. ¡Terrible situación la del Jefe Supremo! O realizaba su
proyecto con las solas fuerzas de Guayana insuficientes para obtener una
victoria completa, dejando consumar la rebelión, ó seguía el movimiento de Páez
a reducirlo, ó por lo menos a salvar las apariencias. Sin vacilar tomo este
partido.
El mismo Páez, sin quererlo, nos
confirma su actitud al describir los episodios subsiguientes en Calabozo:
“allí, escribe, un tal Pernalete me dijo que alguien había manifestado a
Bolívar que yo había adelantado mis
fuerzas con el objeto de saquear la
ciudad. Lleno de indignación me presente inmediatamente a Bolívar, que estaba
en la plaza, y le dije que si se le había dicho semejante cosa, estaba resuelto
a castigar con la espada que ceñía en defensa de la Patria, al que hubiesen
tenido la vileza de inventar la pérfida calumnia. Bolívar irritado sobre manera
al ver tal falsedad me contestó: “falta
a la verdad quien tal haya dicho, deme
Vd. El nombre de ese infame calumniador para hacerlo fusilar
inmediatamente”(9).
Ahora
bien, Observamos nosotros, si Páez marcho a Calabozo de orden superior, como
dice el en sus escritos no había ningún motivo de atribuirle el
propósito de saquear la plaza, ni tampoco para que el diera tanta importancia
al chisme de Pernalete, y ambas cosas solo se explican perfectamente, a nuestro
entender, por la actitud de Páez en El Rastro, a la vista de muchos, dando
lugar al inesperado escándalo de su desobediencia, a toda clase de suposiciones
entre las cuales surgió la transmitida por Pernalete. Casi a renglón seguido de las líneas copiadas, el general se
refiere de nuevo al empeño de la gente a ver desacatos ó desacuerdos, donde, según
él, no los había y añade: “Es muy probable que algunos de los que presenciaron,
aquella escena la tradujeran como una falta de respeto al Jefe Supremo y
seguramente por tal motivo empezó a rugirse que nuestros ánimos
(9) Autobiografía I, 155.
estaban mutuamente mal dispuestos, y que
tal iba a ser la causa de que suspendiéramos la persecución de Morillo”(10).Palabras
comprometedoras bastantes a sugerir cuanto sabemos por otros conductos , pues
sin insubordinación de su parte no habrían ocurrido tan siniestros pronósticos.
El empeño destentado de irse a Apure trascendió al ejército, y su actitud dio
margen a las suposiciones pesimistas respecto a sus relaciones con el Jefe
supremo. Solo la entereza y ductilidad de Bolivar, y sus frases sinceras y
oportunas, pudieron contener al indómito caudillo en aquel momento peligroso.
Por su parte el cura interino de
Calabozo en una narración de estos sucesos confirma lo expuesto. Refiriendo su
conversación con el Libertador al trasmitirle un recado de Morillo, respecto a
la disposición del Jefe Español de suspender la guerra a muerte, dice lo siguiente: “En este estado,
y en el mismo local en que estábamos, tuvo lugar un gran disgusto, parto del
general Páez, que movido de un chisme, según se averiguó, en el acto falto el respeto al Jefe Supremo,
marchándose aquel sin orden de Bolívar, con toda la caballería en persecución
de los españoles, quedando la infantería en la plaza , donde se disponía a
tomar alimento , según lo había dispuesto Bolívar. Este, alojado en una de las
principales casas de la plaza, fue informado de la marcha de la caballería y al
instante mando con su edecán que marchara la infantería sin haberse aun
alimentado”(11) . Según
esto el incidente fue una repetición de la escena del Rastro, al amanecer,
cuando Páez sin orden del Libertador, se fue a Calabozo con sus jinetes. Mas
esta segunda parte de la narración del cura puede no ser del todo exacta, por
información incompleta, pues según Briceño Méndez, como exponemos enseguida:
“la horrible nube se disipó”, es decir que el Libertador logro reducir ó
aplacar al voluntarioso caudillo en el propio Calabozo, antes de emprender la
persecución; pero sea esto como lo dice el cura o como lo expresa Briceño
Méndez, la actitud de Páez no fue en
Calabozo, la de un subalterno en la guerra(11).
En la autobiografía nos dice que después de almorzar juntos, él y el
Libertador, salieron a eso de las doce del día en persecución de Morillo.
Falso principio llanero
Tales
fueron los hechos según los datos conocidos, concordantes con los planes y
conceptos del Libertador y aun con las mismas afirmaciones de Páez,
interpretadas por nosotros. Veamos ahora como invirtiendo los sucesos el
insubordinado caudillo pretende cohonestar sus actos censurables, engañando a
la posteridad, como sabia engañar a sus contemporáneos. Así tergiversa la verdad con la
(10) Autobiografía I, 155.
(11)
Blanco y Azpurua VI, 341.
mayor frescura. Según él al llegar al Rastro el aviso de
Iribarren, el Libertador ordeno contramarchar a Calabozo, y “aunque los
prácticos de aquellos lugares le dijeron que continuando la marcha hacia
Caracas, podríamos repasar el rio Guárico por
el vado de Las Palomas, y salir al enemigo inopinadamente por
delante, él insistió en su resolución diciendo que el enemigo era
siempre conveniente perseguirlo por la huella que dejaba en su marcha, y que
era por lo tanto indispensable ir a Calabozo para Informarse con exactitud de
la vía que había tomado”(12).
Falsedad completa, a todas luces: primero, porque el enemigo enunciado así es
falso y por tanto impropio de Bolívar; y segundo porque las razones expuestas
prueban superabundantemente la inutilidad de marchar a Calabozo a averiguar una
cosa sabida de todo el mundo por inducción segura.
Observaciones
A
mayor abundamiento, si analizamos en conjunto las afirmaciones de Páez,
encontramos otras contradicciones y actos inexplicables, pues si el Libertador
creía necesario perseguir al enemigo por la huella, ¿para qué se fue tan lejos
de Calabozo?. En esa idea a podido dejar el ejército al frente de la plaza y
mandar por partidas a forrajear los caballos, y si avanzo al Rastro con ánimo
de seguir a Caracas, desentendiéndose de Morillo, ¿Por qué se detuvo allí la tarde del 13 y todo el día
14 en vez de continuar su marcha fulminante sobre la capital?. Y sobre todo
¿Por qué al tener conocimiento de la evacuación de la plaza, olvida su obsesión
respecto a Caracas y contramarcha a Calabozo?. ¡Pues una de dos, ó Morillo se
retiraba por el camino del Sombrero hacia Caracas, o se había ido llano abajo;
y en ambos casos, Bolívar debía seguir hacia el norte, bien a caer sobre
Morillo, según sus propias ideas, ó bien a ocupar la capital, según las ideas
que le atribuye Páez, y sin embargo no hace ni una ni otra cosa! Estas
contradicciones y contrasentidos aparecen al asignar al acuartelamiento en El
Rastro su verdadero objeto, único, propio y racional: el de provocar la salida
de Morillo a campo raso para caerle encima en plena llanura; y nos convencen de
la falsedad de Páez en estos asuntos, como lo hemos probado en muchos casos, y
lo probaremos en tantos otros de estas campañas de 1818 y 1819.
Bolívar conocía a fondo la
situación militar y la juzgaba con perfecto acierto. El 13 de Febrero exponía
el aislamiento é impotencia de Morillo en estas precisas palabras: “Las únicas
fuerzas que pudieran venir en socorro de la plaza, se hallan en Nutrias y están
en absoluta comunicación con ella”. Luego el sabía perfectamente que Morillo a
la sazón sin caballería, no
(12) Relación Histórica del General Pedro Briceño Méndez, Caracas, 1933, Blanco y Azpurua VI, Pág. 51. (13) Autobiografía I, 155. Campanas de Apure. Boletín de la Academia Nacional de La Historia N°21, Pág. 1165. En el Boletín del día 17 de febrero no se hace mención de la marcha a Calabozo. O’Leary; XV, 580.
Podría tomar otro camino sino el de las montañas, es decir el de Caracas, por no existir en los llanos inmediatos tropa alguna en aptitud de reforzarlo (14).
El consejo atribuido por Páez a
Bolívar: “al enemigo es siempre conveniente perseguirlo por la huella de sus
pasos” es falso porque no es en general.
Aunque corrientemente se persigue a los vencidos cargándolos a fondo,
con la espada en los riñones, como decía Bonaparte, hasta aniquilarlos, también
puede convenir perseguir al enemigo
marchando paralelamente a él para cortarlo ó anticipársele en una posición
importante. La historia presenta muchos casos de esta clase.
Dicho principio es más propio de
un beduino que del guerrero consciente de todos los recursos del arte. En su
primera campaña en la nueva Granada Bolívar persiguió a los enemigos
anticipándosele en Chiriguaná donde los hizo prisioneros: lo mismo en la
persecución de Araure hasta cortarlos a las once de la noche en la Aparición de
la Corteza. Enseguida de San Mateo persiguió a Boves, después de la Batalla de
Bocachica, lanzándose sobre el flanco derecho del español y lo destruyo en tres
combates sucesivos. Concibió la maniobra de Barinas para aislar a Tizcar y
caerle por donde no era esperado, y en la expedición de Los Cayos efectuó un gran rodeo hacia el Este con el
objeto de evadir la marina española desprevenida cerca de Margarita. Muchas de
sus operaciones están basadas en el principio de sorprender a los enemigos
presentándose donde no era esperado como por ejemplo en el desembarco en
Ocumare dejando burlados a los españoles en Oriente; en la maniobra de Clarines
calculada para inducir al Brigadier Real a retroceder a Caracas con su ejército
y poder salvar el parque de Barcelona(15).
El claro concepto respecto a la manera de conquistar Guayana, batiendo la
escuadrilla de los españoles primero, como único medio de rendir las dos plazas
fuertes; la vuelta por el Orinoco y el Apure a sorprender a Morillo, y tantas
otras de sus posteriores campañas, fecundas en combinaciones ingeniosas,
calculadas para sorprender al enemigo, como lo pensaba estacionándose en El
Rastro. En la Campaña de 1819 en Apure, veremos el proyecto de perseguir a
Morillo, marchando paralelamente a él en caso de realizarse la diversión de
Urdaneta, dispuesta sobre Caracas.
La verdad en la versión de Briceño
Méndez
Todas estas observaciones
nuestras concuerdan con la relación autentica de los episodios del Rastro y
Calabozo, del Secretario de Guerra de Bolívar, escrita en 1833, bajo la
Presidencia de Páez, aun con los miramientos del caso respecto al Primer
Magistrado de la Republica, pues esta relación destinabase al proyecto del
gobierno de ordenar la redacción de una historia de la Independencia. “El general Bolívar
–dice Briceño Méndez, supo el movimiento al amanecer del día siguiente, é
intento una marcha recta y breve para interponerse en El Sombrero y El Ejército
español, pero algunos de sus generales se opusieron a esta operación, y aun
rehusaron abiertamente ejecutarla,
pretendiendo que debía ocuparse antes la
plaza evacuada. Fue preciso condescender, y perder medio día en este
movimiento falso é insignificante, que
trajo muy desagradables consecuencias. El General Bolívar, probó en esta ocasión cuanto puede el amor, y solo
este sublime sentimiento pudo inspirarle tanta prudencia como la que empleo
para reducir a su deber a uno de sus generales, que halagado por algunos
sediciosos intentó desconocer la autoridad del Jefe Supremo, é introducir la
anarquía. Felizmente esta horrible nube se disipó, pero mientras se conseguía
este efecto el enemigo ganaba terreno en su fuga y evitaba la ruina absoluta que habría sido
inevitable si los patriotas lo hubieran alcanzado en la llanura descubierta de
Calabozo”(16). Ante este testimonio de actor principal, ajustado a la lógica de
los hechos, é irrecusable, desaparecerán por completo las dudas de algunos
adeptos, respecto a las versiones incongruentes de Páez.
Otra Conseja del Jefe Apureño
Pero
todavía debemos resaltar otras inexactitudes de Páez. En las “Campanas de
Apure” atribuye la demora en Calabozo al tiempo empleado en averiguar si
Morillo se retiraba por la vía del Sombrero. De esta manera pretende Páez explicar el tiempo perdido en Calabozo con
sus voluntariedades y conato de desconocimiento de la autoridad del Jefe de
Estado, como si se necesitasen muchas horas para averiguar el camino tomado por
Morillo, sabido por todos los vecinos desde el momento mismo de emprender la
marcha, los españoles en la madrugada. En la autobiografía no se atrevió a
repetir la peregrina conseja.
No existe ninguna otra fuente
fuera de las citadas sobre estos acontecimientos. Según el Diario de
Operaciones del estado Mayor “al saber S.E. la noticia de la salida de Morillo
ordeno la marcha a Calabozo de todo el ejército a fin de asegurarse de la
dirección tomada por el enemigo.” En un documento oficial no se podía confesar el
desacato cometido por el Jefe de Apure a la autoridad Suprema (17).
Los originales de la obra
“Campanas de apure” los perdió en Paris el aventurero Polaco Rola Skiwiski,
edecán de Páez, después de haber gastado en su vida disipada el dinero dado por
el general para la publicación; el
manuscrito original conservado por Páez, sirvió de base a nuestros primeros
historiadores Montenegro Colon y Baralt y Díaz, y los otros autores han copiado
a éstos, en lo referente a Calabozo, excepto Restrepo y Larrazábal, quienes
adoptaron la Relación de Briceño
(14) Bolívar al Consejo de Gobierno. Calabozo, 13 de febrero de1818. O’Leary; XV, 571.
(15)Lecuna.
Cartas del Libertador. Véase en el índice Analítico relativo a “Guerra”. Tomo
X, Pág. 160.
(16)
Relación Histórica del General Pedro Pablo Briceño Méndez, Caracas 1933,
Tipografía Americana, Pág. 50.
Méndez. Nosotros nos
hemos detenido a analizar estos hechos
porque debíamos exponer las causas del trastorno de la campaña, y
pérdida del ascendiente logrado con la soberbia sorpresa dada al general
español. En años sucesivos Páez, oprimido por el predominio alcanzado por el
héroe después de la jornada de Boyacá, fue más prudente, y cuando Bolívar llegó
a ser arbitro de estos países, lo denominaba “su maestro que en mil ocasiones
le había señalado la senda de la victoria”(18)
Retirada
de Morillo. Combate de La Uriosa
A la media noche del 14 de Febrero abandonó
Morillo la plaza dejando en ella el
hospital, la artillería sin clavar, a pesar de decir lo contrario en sus
Memorias, fusiles, municiones y equipajes. El ejército, seguido de muchos
emigrados, marchó en tres columnas a cortas distancias unas de otras. El
movimiento no se podía ocultar, pues las tropas desde las 10 hasta las 12 de la
noche trajinaron toda la ciudad al evacuar los puestos, sacar heridos,
enfermos. Equipajes y parque; destruir parte las fortificaciones como los dos
tamboretes ó reductos frente a la plaza de la Merced, y disponerse a la emigración.
Una explosión casual de unos cajones de pólvora aumento la alarma. Los
españoles sin caballos, debían recorrer 20 leguas de llanuras para llegar al
Sombrero, pueblo de fácil defensa, situado donde empiezan los cerros, en la vía
de los Valles de Aragua y de Caracas. Las tropas españolas marchaban
paralelamente al rio Guárico. Al día siguiente, bajo un sol abrazador y
devorados por la sed no se detuvieron sino momentos para cobrar aliento. El
esforzado general español dio ejemplo cediendo sus caballos por muchas horas a
heridos ó cansados.
La
caballería de los patriotas emprendió la persecución entre once y doce de la
mañana, seguida de la infantería, pero esta última por error de los guías, se
extravió y tomó el camino del Calvario a poco de haber emprendido la marcha, y
por el tiempo perdido aumentó su atraso respecto a la caballería; mas no fue esta la causa de no llegar a tiempo
cuando los generales Páez y Sedeño y el coronel Ortega alcanzaron con dos
escuadrones la retaguardia de Morillo a las cinco de la tarde , en la sabana de
La Uriosa, pues ni el resto de la caballería pudo llegar oportunamente. Los
jefes patriotas con unos cuantos jinetes pusieron en derrota 30 a 40 Húsares y
cuando se le incorporaron dos escuadrones cargaron a la infantería formada en
cuadro, ya a la caída de la noche y lograron causarle algunas pérdidas.
Facilitaron la carga unos cuantos soldados de infantería enviados por el
Libertador a la grupa de algunos jinetes. En manos de los patriotas quedaron
cerca de 200 prisioneros, cogidos casi todos en el camino agobiados por el cansancio. Los españoles adelantaron los equipajes, los emigrados y heridos a cargo del general Morales y continuaron la retirada toda la noche sin detenerse.
(17) O’Leary XV, 611.
(18)
Carta de Páez al Libertador de 28 de julio de 1824.El original se conserva en
el archivo de O’Leary II, 53.
Los
generales Páez y Sedeño permanecieron con sus hombres en La Uriosa, hasta la
llegada del Libertador con un cuerpo de infantería y la caballería de Monagas,
a las nueve de la noche. De allí siguieron la persecución sin descanso (19).
Combate
del Sombrero
Al día siguiente muy temprano Páez y Sedeño
alcanzaron de nuevo la retaguardia de Morillo en la quebrada de El Juncal, pero
sin fuerzas suficientes, después de algunos disparos , esperaron retirada y no
se detuvieron hasta la entrada del pueblo del Sombrero, construido en un
promontorio, con el río Guárico, por delante. La posición era muy fuerte por la
barranca del rio de difícil acceso. La infantería de los independientes llego
devorada por la sed, y el jefe Supremo en persona la condujo al ataque contra
los puestos avanzados de los enemigos. En un momento fueron estos arrojados al
otro lado del rio, sobre su cuerpo principal, y los soldados independientes
pudieron beber agua.
El
regimiento Navarra, en batalla defendía en el centro la orilla derecha del
Guárico, cubriendo la entrada principal. a su derecha el Batallón de Castilla,
en columna, sostenía las compañías de Cazadores
encargada de cubrir los pasos más accesibles del rio , vadeable en
muchos puntos. Los Cazadores de la Unión defendían un paso a la izquierda de
los españoles, y el Batallón de este nombre y algunos Húsares se hallaban de
reserva en el pueblo.
A
pesar de lo fuerte de la posición el Libertador sin vacilar empeñó el combate,
creyendo seguramente forzar el puesto, sin mayores sacrificios, pero no lo
logró. Los dos Batallones de La Guardia de Honor entraron por el centro con audacia y denuedo
y los de Apure y Barlovento a derecha é Izquierda. Los otros Batallones
permanecieron en reserva. Tres veces avanzaron los independientes con resolución
y otras tantas fueron rechazados.
Dos compañías de Castilla flanquearon en el
último de estos avances a una columna independiente al atravesar el paso de la
izquierda de los republicanos, y los españoles, según el parte de Morillo,
tomaron su bandera, pero al divisar uno de los batallones de reserva en marcha
precipitada sobre ellos retrocedieron a
su posición. En vista de la resistencia del enemigo y del cansancio de la tropa, el
(19)
Oficio del 26 de febrero. Rodríguez Vila III, p.504. Boletín del Ejercito
Libertador del 17 de febrero, O’Leary XV, 580.
Las tropas españolas, en las primeras horas caminaron lentamente, puesto que las independientes las alcanzaron a las cinco ó seis horas de marcha habiendo salido de Calabozo doce horas después de ellas.
Las tropas españolas, en las primeras horas caminaron lentamente, puesto que las independientes las alcanzaron a las cinco ó seis horas de marcha habiendo salido de Calabozo doce horas después de ellas.
Libertador suspendió
el combate, después de dos horas de brega, mientras la caballería realizaba un
movimiento de flanco, y atravesaba el río más abajo, para caer sobre la espalda
de los españoles.
Mas
por el estropeo de los hombres, no fue posible renovarlo, ni llevar a cabo con
la premura del caso el movimiento de flanco. La naturaleza violentada tantas
horas recobraba sus derechos. Los soldados de Bolívar habían recorrido 20
leguas de Calabozo al Sombrero en 18 horas, y estaban agotados. Los
combatientes de uno y otro bando se echaron al suelo a descansar. Pasadas unas
horas y al sentir el movimiento de flanco, Morillo sigió la retirada y fue a
dormir con todas sus tropas a Barbacoas, tres o cuatro leguas al norte del
Sombrero, abandonando la mayor parte de sus heridos y y 80 prisioneros en poder
de los patriotas.(20).
Sus
pérdidas desde Calabozo, incluyéndolos dispersos y las bajas en los combates se
estimaban entre 300 a 400 hombres, al punto de solo tener al abandonar el
pueblo 1.400 a 1.500 combatientes, tal era el estado de debilidad de sus
tropas. Los patriotas tuvieron en el combate 80 muertos y heridos. De los
primeros el Teniente Coronel Passoni, Italiano distinguido, ayudante del estado
Mayor; El experto capitán Arévalo y el valeroso teniente Luis Girardot, hermano
del héroe de Barbula, ambos de la Guardia de Honor; el capitán Urbina de Barlovento
y los capitanes Ramírez y Rosales del batallón Apure y de los segundos, el
general Anzoátegui, el teniente coronel Ponce, el mayor Gil, los capitanes
Pulido y Mijares Tovar y ocho oficiales más, casi todos servidores de la
republica desde 1813(21).
Los Patriotas suspenden la persecución
Los españoles prosiguieron la retirada sin ser
perseguidos, porque los “generales de
caballería, escribe Briceño Méndez, protestaron que sus caballos no podían
resistir más fatiga. El general Bolívar se vio obligado a complacer a los
mismos generales que insistieron en que el ejército contramarchase a tomar
cuarteles en Calabozo, y tuvo el dolor de ver que el enemigo se salvaba cuando podía haber sido destruido enteramente”(22). Esta escena ocurrió al
día siguiente en la mañana, 17 de febrero estando todo el ejército reunido en
El Sombrero. La oposición naturalmente partió de Páez y sus oficiales negados todos a proseguir la persecución. Aunque Monagas y Sedeño retrocedieron también con sus jinetes a Calabozo, ninguno de los dos tenia fuerza para imponerse, ni le hacían oposición a Bolívar. La campana quedó trunca, y los españoles se salvaron.
(20) Morillo al Ministro, Villa de Cura. 26 de febrero. Rodríguez Villa III, p.504.En el Tomo i, p.337 de dicha obra se inserta el mismo parte con la diferencia de asignar a los independientes en uno 400 muertos y en el otro 40.
A Calabozo envió el Jefe supremo
18 heridos del Ejército español que podían montar a caballo. Nota del J. E. M.
al Comandante de Calabozo, Sombrero 18 de febrero.
(21)
Boletín del ejército Libertador. O’Leary XV. 580.
(22) Relación Histórica citada p. 51
Terror
de los realistas
El país quedo asombrado de la inesperada derrota
del temido general español, considerado hasta entonces invencible, por su valor
y entereza de carácter, y la superioridad de sus tropas. Las autoridades de los
pueblos y cuantos se hallaban comprometidos en el bando real huyeron aterrados
a Caracas, Valencia, La guaira y puerto cabello. “Tres días falto solo mi
correspondencia, escribió Morillo a la Corte, que fue el tiempo que invertí en
llegar al pueblo del Sombrero, y esta circunstancia bastó para que el
Superintendente, abandonando los caudales, se embarcase en La Guaira, los
Ministros de la Audiencia hicieran lo
mismo, y todos, todos cuantos servían a S.M. en la capital y los demás pueblos,
faltando a sus deberes, huyeron sin saber de qué, con un terror y cobardía de
que no hay ejemplo. El mismo Capitán General interino quiso abandonar Caracas,
donde estaba con toda su fuerza el batallón Burgos , y fue menester el celo y
serenidad del brigadier Don Miguel de La Torre, que estaba allí curándose de
sus heridas, y de otros oficiales del ejército, para que los disuadiesen de
esta idea (23). Era el
efecto moral de la inaudita sorpresa y de la derrota de Morillo, y el peligro
inminente de su destrucción total, ocultados por el Jefe español a la Corte
atribuyendo el fenómeno a cobardía de los suyos; pero este desastroso estado
moral, presentido solo por el genio del Libertador en el campo patriota, paso
pronto cuando los realistas se dieron cuenta de lo ocurrido; y el hecho funesto
a los independientes, salvó a sus enemigos, y permitió a Morillo atribuirse la
victoria del Sombrero, falseando la verdad. En la Gaceta de Caracas del 25 de
febrero se publicaron extractos de los oficios del Jefe español, disimulando en
parte lo ocurrido para calmar al público. Estos escritos volvieron la confianza
a los realistas (24).
Critica
a las versiones realistas
Si los hechos hubieran ocurrido como decían
los españoles la retirada natural de Morillo habría sido por el Valle de Paya a
cubrir los Valles de Aragua y caracas, abandonando por extraviado y extenso el
valle del Guárico; es decir marchando directamente del Sombrero a Villa de Cura por Ortiz en lugar de dar el
rodeo por San Sebastián, pero no se atrevió a tomar esa vía y huyó al
(23) Oficio de Morillo. Villa de cUra, 26 de febrero de 1818. Rodríguez Villa. III, 510.
(24) Gaceta de Caracas, N° 174. Restrepo II,
587 a 591, publica completas las notas
de Morillo,. En una de ellas dice que sus soldados siguen la marcha
desfallecidos, de varios días sin comer.
norte, hacia Camatagua, para seguir a Caracas
por Ocumare del Tuy ó por San Casimiro y Tácata , resignado a abandonar a los
patriotas casi todo el país y las fuerzas diseminadas en el Occidente. Este
movimiento de Morillo es la prueba más elocuente de la terrible situación de su
ejército después del combate del Sombrero. Júzguese cuál sería su asombro y
regocijo al sentirse en Camatagua libre de toda persecución. Inmediatamente
cambió de rumbo y siguiendo el valle del Guárico marcho atrevidamente a Villa
de Cura, y pidió víveres y refuerzos al
gobierno. Con este sabio y atrevido movimiento cambiaba radicalmente su
situación.
En
aquel pueblo se le había incorporado el coronel Rafael López, solo 200 a 300
hombres, por haberse dispersado los restantes, cuando supieron cerca del rio
Orituco la derrota de Morillo en Calabozo, así como se habían dispersado los
escuadrones realistas enviados antes de esta acción a Guardatinajas, Los
Tiznados y el Baúl. Todos estos sucesos presentidos por Bolívar, prueban cuan
desacertado é inoportuno fue el sesgo dado por Páez a la campaña.
Nota: La
totalidad del texto, es copia de la Obra del Historiador Vicente Lecuna: Crónica
Razonada de La Guerra de Bolívar, Tomo II, Páginas 137 a 156, The Colonial
press inc., N.Y., 1950.
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