domingo, 31 de diciembre de 2017

Batalla de Calabozo, Texto copiado de Vicente Lecuna

Batalla de Calabozo


La Sorpresa

                Las 33 leguas de San Fernando a Calabozo las recorrió el ejército en tres días, siguiendo en las dos últimas jornadas el desusado camino de la izquierda del rio Guárico para no ser sentido por los enemigos. Adelante marchaba la caballería de Páez; después la infantería, la artillería, el parque y los equipajes, y enseguida la caballería de Monagas y la de Sedeño. El 9 la jornada fue hasta la laguna de los zamuros; el 10 el ejército cruza el rio Guárico por  el paso de Altagracia y acampo en el cano de Pavones; al otro día atravesó el rio Orituco, sorprendió y capturó una descubierta de los españoles y fue a dormir a inmediaciones de la laguna de los Tres Moriches.
                El 12 de febrero a las seis de la mañana el Libertador dio al general en Jefe español la sorpresa más extraordinaria, cayendo sobre sus cuarteles descuidados, después de una marcha de 865 kilómetros efectuada en 43 días, y en momentos de estar diseminadas a largas distancia las fuerzas enemigas. La consecuencia debió ser la destrucción total del ejército español, batiéndolo en detal como la campana admirable de 1813, y los sucesos subsiguientes nos permiten creer que así habría sucedido, salvo incidentes imprevisibles, sin las voluntariedades y caprichos del jefe de Apure, expuestos adelante,  voluntariedades y caprichos de consecuencias funestas, primero al estorbar, y luego al interrumpir la acción en los momentos más delicados de la campaña.
                La marcha de Angostura hasta el Apure, cubierta por el Orinoco, y la sorpresa dada a los enemigos en Calabozo es una de las operaciones más bellas de la guerra de Independencia, y ella sola bastaría para ser la gloria de un guerrero (*)
                Pocas veces desde un plano inferior se logran en la guerra sucesos tan extraordinarios y felices, y oportunidades tan esplendidas, de destruir a poca costa a un enemigo superior en número; pero no todos saben aprovecharlas.

(*) En la historia militar la marcha semejante –aparte número de combatientes y extensión del teatro –del gran príncipe Eugenio de Saboya. General de Austria, por la orilla derecha del Pó y la sorpresa dada al ejército Francés el 7 de septiembre de 1706, en Turín, se cita como una de las más gloriosas en su género. 


Batalla de Calabozo

Antes del amanecer del 12 de febrero [de 1818] el ejército emprendió marcha sobre esta villa. El Libertador iba adelante con una avanzada de caballería y luego seguía la caballería de Páez en dos columnas, y a corta distancia la infantería a la derecha y la caballería de Sedeño a la izquierda, é inmediatamente después el parque y los equipajes, y la caballería de Monagas cubriendo la retaguardia.
                Como hemos dicho el general Español[Morillo] se había trasladado sucesivamente a La Victoria, Valencia y San Carlos a tomar medidas administrativas, sin temor a los soldados rebeldes por considerarlos impotentes, a consecuencia del desastre de La Hogaza; y se hallaba en la última de dichas ciudades, cuando un soldado de caballería Venezolano nombrado Telesforo Gutiérrez, escapado del Apure, donde se hallaba prisionero, voló primero a Calabozo y luego a San Carlos, caminando noche y día , a llevar a Morillo la noticia de la presencia del Libertador en Apure. En el acto el general español, partió con sus edecanes por el Pao y San José de Tiznados y casi sin detenerse llego a Calabozo en la noche del 10 de febrero. Del camino dió órdenes a Calzada de pasar de Nutrias a la Guadarrama, cerca de calabozo, movimiento que requería varios días (1); a los destacamentos de el Sombrero y otros pueblos la de dirigirse a Calabozo y al Coronel López de marchar con su columna a Guayabal. Creía tener tiempo de reunir sus destacamentos, incorporar a Calzada y socorrer a San Fernando.
                El día 11 lo empleo en preparativos de marcha. A media noche supo la sorpresa dada por los insurgentes a la descubierta situada en el paso de Orituco, y era tal su engaño que no creyó en la presencia de fuerzas importantes en aquel punto, sino de algunas de las tantas partidas alzadas en los llanos, de manera que cuando le avisaron poco antes de las seis de la mañana del 12 que los insurgentes en gran número avanzaban a la vista de la plaza, pregunto sobresaltado, y todavía incrédulo: ¿y por donde han venido? Sin pérdida de tiempo monto a caballo y corrió a reconocerlos.
                El río Guárico, vadeable en el verano, rodea a Calabozo por el norte, el oeste y el sur; deja por este rumbo amplio espacio de 10 kilómetros, en el cual existe a 5 kilómetros Alsur de la ciudad La Misión de Abajo, ó de La Trinidad, lugar cubierto de verdura, siempre fresco, en aquellas sabanas abrazadas por el sol todo el año, y secas en el verano. En ella  se hallaban el batallón de Castilla, dos compañías de Navarra, y tres escuadrones de Húsares, mientras que en la plaza y al este en La Misión de Arriba, ó de Los Angeles, estaban el batallón N°1 de Navarra, dos compañías del  N° 2 y los dos batallones del regimiento de la Unión.

(1) Guadarrama dista de Nutrias 220 kilómetros, lo que supone seis días de marcha y otros tantos para recibir la orden y preparar las tropas.

 De la caballería del país-los escuadrones de López andaban por El Calvario ó hacia Chaguaramas, y los otros remontábanse en los Tiznados, Guardatinajas, El Pao y El Baúl. En Calabozo solo tenía Morillo 2.100 infantes y 300 jinetes, todos españoles, y tres piezas de artillería con algunos sirvientes, fuera de los cañones apostados en los parapetos de tierra construidos alrededor de la plaza. Por todo 2.450 hombre contra 4.200 insurgentes.
                Desde el amanecer El Libertador, apuro cuando pudo la marcha de las tropas con el objeto de interceptar de la plaza los españoles de La Misión de Abajo. La infantería en el centro en dos columnas, la caballería de Páez a la derecha, la de Sedeño a la izquierda, y la de Monagas a retaguardia avanzaban rápidamente sobre la ciudad. A distancia conveniente Páez recibió orden de precipitarse sobre la plaza con los escuadrones de adelante. Mientras Sedeño con parte de su caballería y la brigada Valdés, corría a interceptar las tropas de  La Misión de Abajo que ya venían a toda carrera sobre Calabozo, y Monagas se lanzaba en su alcance. Páez se apodero en un corral cerca de la plaza del ganado de los enemigos, en momentos en que el general Morillo salía de aquella con su escolta y dos compañías de la Unión. El jefe rebelde lo dejo avanzar a cierta distancia y se fue aproximando con un grupo solamente para no inspirarle temor, y cuando el español prudentemente volvió riendas, lo cargó con tal ímpetu que ya Aramendi iba a atravesarlo de un lanzazo cuando un edecán se interpuso y recibió el golpe mortal por salvar a su general. Páez retrocedió a tomar parte en el combate principal, esquivando a las dos compañías de la Unión emboscadas en el camino.
                De las tropas de La Misión de Abajo dos compañías de Castilla lograron pasar hacia Calabozo, pero las cuatro restantes del mismo batallón, las dos compañías de Navarra y los Húsares quedaron cortados y completamente cercados no quedo más recurso a los infantes que formar cuadro para resistir, después que los húsares envueltos por su derecha fueron cargados y destrozados, y sus restos perseguidos fuera del campo de batalla. El Libertador lanzó de flanco contra los cuadros españoles la Guardia de Páez, mientras este General y Sedeño los acometían de frente y Monagas a retaguardia, pero ni aun asa, sin esperanzas de sostenerse, quisieron rendirse, y todos sucumbieron  quedando la mayor parte muertos ó heridos y pocos prisioneros. De los Húsares se salvaron 40 ó 50 con su coronel Juan Juez y unos 20 con el segundo jefe Diego Aragonés, huyeron al otro lado del Guárico. Los primeros volvieron a la ciudad por un camino de travesía, los segundos siguieron a los Tiznados.
                Los españoles perdieron 600 hombres de los cuales 320 muertos y el resto entre heridos, prisioneros y dispersos, y los patriotas 100 de unos y otros aun cuando en el boletín indicaron un número mucho menor.
                Mientras ocurría este combate parte de la caballería corrió a detener al regimiento de la Unión, situado en La Misión de Arriba, pero este cuerpo formado en columna cerrada, tuvo tiempo de refugiarse en la plaza sin sufrir otra perdida fuera de sus equipajes.
                El ejército libertador se formó en la llanura frente a la ciudad y Morillo se encerró en sus fortificaciones. Le quedaban 1.700 hombres 1.800 infantes aguerridos, en aptitud de defenderse contra fuerzas superiores. Cubrían a la ciudad un parapeto de tierra, cuatro reductos y una casa fuerte. No pudiendo Bolívar forzar aquel campo atrincherado, ni convenirle dar tiempo a los adversarios de reunir sus tropas, resolvió maniobrar  para inducir al enemigo a salir de la plaza  y batirlo en campo raso. Antes de moverse dirigió una comunicación a Morillo proponiéndole la cesación de la guerra a muerte, y ofreciéndole un indulto a él y a los suyos, en términos depresivos é injuriosos: el español no le contesto.

La maniobra del Rastro

El día 13 el ejército cruzo el Guárico cerca de medio dio por el paso de San marcos, y a las tres de la tarde se estableció en El Rastro pueblo situado en medio de inmensas llanuras, a tres leguas al Norte de Calabozo. Era evidente que Morillo, sin pérdida de tiempo intentaría retirarse hacia Caracas, a cubrir su base de operaciones y tratar de reunir algunas de sus columnas  dispersas. Sin caballería y con fuerzas inferiores a los insurgentes no podía dirigirse al oeste en solicitud de Calzada situado a muchas jornadas de Calabozo, ni al este hacia donde encontraría la pequeña columna de López, ni mucho menos al sur, dejando enteramente descubierta la capital. En tan apurada situación solo le era dado retirarse al norte por uno de los dos caminos de los Valles de Aragua y Caracas a saber, el de El Rastro y Ortiz, ocupado por el ejército Libertador  y el inmediato de El sombrero, en el cual los independientes, cruzando el Guárico, podían interceptarlo ó caerle arriba mucho antes de que llegara a la serranía (2)    .En tan admirable situación el ejército Libertador mantenía todas sus ventajas y procuraba una decisión inmediata. El coronel Iribarren, encargado de vigilar a Morillo, con un regimiento de Apure, inundó de partidas los alrededores de la plaza.

Ideas Falsas atribuidas por Páez a Bolívar

En la tarde del 13 y en el día 14 no ocurrió novedad, más a la caída de la noche Páez suscitó al Libertador una larga y acalorada discusión, con motivo de un proyecto que le atribuye en su Autobiografía, pero en realidad por el disgusto de no tener el mando superior, el consecuente estado de ánimo, propenso a la crítica de ideas y planes ajenos y su injustificado desagrado

(2)    Estos dos caminos forman un ángulo agudo, con el vértice en Calabozo.

Porque antes de marchar a Calabozo no se procedió a tomar San Fernando (3) . Solo tenemos de esta discusión los informes dados por el mismo Páez, pero el análisis de sus afirmaciones basta para desvirtuarlas por completo. Según el Bolívar pensaba marchar a Caracas a levantar 4.000 paisanos, desentendiéndose de Morillo, sin pensar que este general podía reunir sus columnas dispersas y car sobre la espalda de los independientes con fuerzas abrumadoras; y a tan peregrino proyecto Páez, naturalmente, opuso esta y otras razones fáciles de encontrar. No es posible arrojar sobre la memoria del guerrero acusación más injusta. En efecto todos los documentos y actos de la vida militar del Libertador prueban que su concepto del objeto de la guerra fue siempre la destrucción de las fuerzas enemigas, y no la ocupación de territorios, dando naturalmente a la posesión de las capitales todo su valor por el efecto moral y sus recursos materiales.  ¿Como se atreve Páez a atribuir al Libertador idea tan extraña? ¿No recordaba su oficio de Angostura del 15 de diciembre en el cual le dice: “He concebido el proyecto de levantar un ejército de siete a ocho mil hombres de todas armas, buscar al enemigo donde quiera que se encuentre, marchar sobre él, destruirlo, y terminar para siempre la guerra que desola a Venezuela”?(4). Este concepto del objeto del objeto de las operaciones de la guerra sirvió de guía al Libertador en sus catorce campañas. El párrafo copiado por nosotros páginas atrás, de la nota dirigida  por Bolívar al Consejo de Gobierno, el 5 de febrero desde Payara, es también concluyente a este respecto. En admirable síntesis expone el programa de la campaña: “Morillo ha concentrado sus tropas en Calabozo. Batidas estas, San Fernando, Barinas y toda la Provincia de Caracas, caerán en nuestras manos, sin otra operación que marchar. Mi dirección es pues a buscarlo, y confió que obtendremos la victoria, si logro la fortuna de encontrarlo” (5) .
                Páez dictó las Campanas de Apure, origen de su Autobiografía, después de muerto el héroe, en plena reacción antibolivariana, rodeados de antiguos partidarios y cortesanos de Boves y Morillo, y para ocultar las funestas voluntariedades y rebeldías que vamos a exponer enseguida, se apoderó de la falsa leyenda realista, explotada por José Domingo Díaz  en sus cartas circulares y en la Gaceta de Caracas, durante la guerra, como arma de combate, basado en la supuesta obsesión del héroe por su ciudad natal , a la cual daban apariencia de verdad el desembarco de Ocumare, motivado por razones militares de primer orden, y la proclama

(3)  En las “Campañas de Apure” dice que la discusión tuvo lugar  en la noche del 14. Boletín de La Academia Nacional de Historia N°21, Pág. 1164.
(4) O’Leary XV, Pág. 499.
(5) O’Leary XV, Pág. 558.

Sobre Caracas que no tuvo la intención de realizar (6). Fechada en el Unare, en enero de 1817, anunciando, para engañar al enemigo una marcha.

La verdad histórica.

                El juicio del Libertador respecto a la situación creada por la sorpresa de Calabozo y el éxito adverso de la campana, lo expresó al Almirante Brión, el 15 de mayo siguiente, en esta síntesis perfecta: “Lo que más a contribuido a prolongar esta campaña ha sido la temeraria resistencia de San Fernando, y el empeño del general Páez en tomar esta plaza, que siempre se habría rendido con el simple bloqueo que se le había puesto desde mi llegada aquí. Algunos otros por sus erradas opiniones no han dejado de contribuir al mal éxito que hemos experimentado. La acción del 12 de febrero nos entregó a Venezuela y al ejército español, mas nosotros no hemos sabido aprovechar la fortuna que de todos modos se nos ha presentado”(7). Concepción clara de la realidad, expresada con la prudencia del caso.
                La discusión según nos dice Páez, tomo tales proporciones: “que  llamo la atención a los observadores de lejos, quienes tal vez se figuraron que estábamos empeñados en una reñida  disputa”. “Al amanecer del día siguiente – continua el general en su narración – sin que Bolívar hubiese resuelto nada definitivamente, vino un parte de Iribarren en el cual participaba que Morillo a media noche había evacuado la ciudad, y que hasta aquella hora no sabía la dirección que había tomado”. Informe bien raro, por cierto, pues aun en el supuesto de enviarlo Iribarren antes de entrar a la plaza, sus informantes debían saber la vía  adoptada por los españoles, imposible de ocultar a los vecinos como veremos adelante al referirnos a la retirada de Morillo, por lo que dudamos de la veracidad de Páez al asentar esta segunda parte del informe del oficial, y nos fundamos en la lógica de los hechos y en lo expuesto por Briceño Méndez, secretario de guerra, quien escribe en su relación histórica: “ Morillo se dirigió hacia El Sombrero y el general Bolívar supo el movimiento al amanecer del día siguiente” (8)

(6) Varios historiadores repiten la leyenda sin averiguar su origen y sin estudiar los casos. Los más antiguos Montenegro y Colón y Baralt, copiaron el manuscrito de Páez, y los otros han copiado a estos autores.
                Recuérdese que apenas liberto Bolívar a Caracas en 1821, la abandonó  por proseguir la campaña, pues aunque amaba su ciudad natal, en la lucha solo guiaban sus pasos los intereses superiores de la guerra.
(7)Lecuna, Cartas del Libertador. II. 8.
(8) Autobiografía de Páez, I, 154. Relación Histórica del general Briceño Méndez, pag. 50, Caracas 1933.

                A consecuencia de las invenciones de Páez, muchos historiadores censuran por estos hechos injustamente a Iribarren, oficial insigne y valeroso, licenciado en derecho, de familia distinguida de Barquisimeto.

Páez trastorna la campaña

En el informe de Iribarren no era necesario expresar la dirección tomada por Morillo. No podía ser sino la de El Sombrero: cualquier otra lo alejaba de su base indispensable de Caracas y Valencia, y lo exponía al peligro de recorrer si caballería inmensas llanuras. Por tanto los patriotas debieron sin pérdida de tiempo cruzar el Guárico vadeable por todas partes en aquella estación  y lanzarse al camino del Sombrero a interceptar a morillo, como lo efectuó el Libertador en dos ocasiones solemnes, con situaciones análogas o casi idénticas a la del Rastro: en Boyacá al cortar el ejército de Barreiro, y en la pampa de Junín al caer de flanco sobre el de Canterac para detenerlo en su marcha retrógrada; pero desgraciadamente la autoridad del Libertador en 1818 no era efectiva sobre los hombres de Apure, y Páez levantando violentamente su división, se fue a toda carrera a Calabozo, sin atender a órdenes, prescindiendo de sus deberes y faltando a la disciplina escandalosamente. ¡Terrible situación la del Jefe Supremo! O realizaba su proyecto con las solas fuerzas de Guayana insuficientes para obtener una victoria completa, dejando consumar la rebelión, ó seguía el movimiento de Páez a reducirlo, ó por lo menos a salvar las apariencias. Sin vacilar tomo este partido.  
                El mismo Páez, sin quererlo, nos confirma su actitud al describir los episodios subsiguientes en Calabozo: “allí, escribe, un tal Pernalete me dijo que alguien había manifestado a Bolívar que yo había adelantado  mis fuerzas  con el objeto de saquear la ciudad. Lleno de indignación me presente inmediatamente a Bolívar, que estaba en la plaza, y le dije que si se le había dicho semejante cosa, estaba resuelto a castigar con la espada que ceñía en defensa de la Patria, al que hubiesen tenido la vileza de inventar la pérfida calumnia. Bolívar irritado sobre manera al ver  tal falsedad me contestó: “falta a la verdad quien tal haya dicho, deme  Vd. El nombre de ese infame calumniador para hacerlo fusilar inmediatamente”(9).
                Ahora bien, Observamos nosotros, si Páez marcho a Calabozo de orden superior, como dice el en sus escritos no había ningún motivo de atribuirle   el propósito de saquear la plaza, ni tampoco para que el diera tanta importancia al chisme de Pernalete, y ambas cosas solo se explican perfectamente, a nuestro entender, por la actitud de Páez en El Rastro, a la vista de muchos, dando lugar al inesperado escándalo de su desobediencia, a toda clase de suposiciones entre las cuales surgió la transmitida por Pernalete. Casi a renglón  seguido de las líneas copiadas, el general se refiere de nuevo al empeño de la gente a ver desacatos ó desacuerdos, donde, según él, no los había y añade: “Es muy probable que algunos de los que presenciaron, aquella escena la tradujeran como una falta de respeto al Jefe Supremo y seguramente por tal motivo empezó a rugirse que nuestros ánimos 

(9) Autobiografía I, 155.

estaban mutuamente mal dispuestos, y que tal iba a ser la causa de que suspendiéramos la persecución de Morillo”(10).Palabras comprometedoras bastantes a sugerir cuanto sabemos por otros conductos , pues sin insubordinación de su parte no habrían ocurrido tan siniestros pronósticos. El empeño destentado de irse a Apure trascendió al ejército, y su actitud dio margen a las suposiciones pesimistas respecto a sus relaciones con el Jefe supremo. Solo la entereza y ductilidad de Bolivar, y sus frases sinceras y oportunas, pudieron contener al indómito caudillo en aquel momento peligroso.
                Por su parte el cura interino de Calabozo en una narración de estos sucesos confirma lo expuesto. Refiriendo su conversación con el Libertador al trasmitirle un recado de Morillo, respecto a la disposición del Jefe Español de suspender la guerra  a muerte, dice lo siguiente: “En este estado, y en el mismo local en que estábamos, tuvo lugar un gran disgusto, parto del general Páez, que movido de un chisme, según se averiguó,  en el acto falto el respeto al Jefe Supremo, marchándose aquel sin orden de Bolívar, con toda la caballería en persecución de los españoles, quedando la infantería en la plaza , donde se disponía a tomar alimento , según lo había dispuesto Bolívar. Este, alojado en una de las principales casas de la plaza, fue informado de la marcha de la caballería y al instante mando con su edecán que marchara la infantería sin haberse aun alimentado”(11) . Según esto el incidente fue una repetición de la escena del Rastro, al amanecer, cuando Páez sin orden del Libertador, se fue a Calabozo con sus jinetes. Mas esta segunda parte de la narración del cura puede no ser del todo exacta, por información incompleta, pues según Briceño Méndez, como exponemos enseguida: “la horrible nube se disipó”, es decir que el Libertador logro reducir ó aplacar al voluntarioso caudillo en el propio Calabozo, antes de emprender la persecución; pero sea esto como lo dice el cura o como lo expresa Briceño Méndez,  la actitud de Páez no fue en Calabozo, la de un subalterno en la guerra(11). En la autobiografía nos dice que después de almorzar juntos, él y el Libertador, salieron a eso de las doce del día en persecución de Morillo.

Falso principio llanero

Tales fueron los hechos según los datos conocidos, concordantes con los planes y conceptos del Libertador y aun con las mismas afirmaciones de Páez, interpretadas por nosotros. Veamos ahora como invirtiendo los sucesos el insubordinado caudillo pretende cohonestar sus actos censurables, engañando a la posteridad, como sabia engañar a sus contemporáneos. Así tergiversa la verdad con la 

(10) Autobiografía I, 155.
(11) Blanco y Azpurua VI, 341.

mayor frescura. Según él al llegar al Rastro el aviso de Iribarren, el Libertador ordeno contramarchar a Calabozo, y “aunque los prácticos de aquellos lugares le dijeron que continuando la marcha hacia Caracas, podríamos repasar el rio Guárico por  el vado de Las Palomas, y salir al enemigo inopinadamente por delante,  él insistió  en su resolución diciendo que el enemigo era siempre conveniente perseguirlo por la huella que dejaba en su marcha, y que era por lo tanto indispensable ir a Calabozo para Informarse con exactitud de la vía que había tomado”(12). Falsedad completa, a todas luces: primero, porque el enemigo enunciado así es falso y por tanto impropio de Bolívar; y segundo porque las razones expuestas prueban superabundantemente la inutilidad de marchar a Calabozo a averiguar una cosa sabida de todo el mundo por inducción segura.
 
Observaciones

A mayor abundamiento, si analizamos en conjunto las afirmaciones de Páez, encontramos otras contradicciones y actos inexplicables, pues si el Libertador creía necesario perseguir al enemigo por la huella, ¿para qué se fue tan lejos de Calabozo?. En esa idea a podido dejar el ejército al frente de la plaza y mandar por partidas a forrajear los caballos, y si avanzo al Rastro con ánimo de seguir a Caracas, desentendiéndose de Morillo, ¿Por qué  se detuvo allí la tarde del 13 y todo el día 14 en vez de continuar su marcha fulminante sobre la capital?. Y sobre todo ¿Por qué al tener conocimiento de la evacuación de la plaza, olvida su obsesión respecto a Caracas y contramarcha a Calabozo?. ¡Pues una de dos, ó Morillo se retiraba por el camino del Sombrero hacia Caracas, o se había ido llano abajo; y en ambos casos, Bolívar debía seguir hacia el norte, bien a caer sobre Morillo, según sus propias ideas, ó bien a ocupar la capital, según las ideas que le atribuye Páez, y sin embargo no hace ni una ni otra cosa! Estas contradicciones y contrasentidos aparecen al asignar al acuartelamiento en El Rastro su verdadero objeto, único, propio y racional: el de provocar la salida de Morillo a campo raso para caerle encima en plena llanura; y nos convencen de la falsedad de Páez en estos asuntos, como lo hemos probado en muchos casos, y lo probaremos en tantos otros de estas campañas de 1818 y 1819.
                Bolívar conocía a fondo la situación militar y la juzgaba con perfecto acierto. El 13 de Febrero exponía el aislamiento é impotencia de Morillo en estas precisas palabras: “Las únicas fuerzas que pudieran venir en socorro de la plaza, se hallan en Nutrias y están en absoluta comunicación con ella”. Luego el sabía perfectamente que Morillo a la sazón sin caballería, no

(12) Relación Histórica del General Pedro Briceño Méndez, Caracas, 1933, Blanco y Azpurua VI, Pág. 51. (13) Autobiografía I, 155. Campanas de Apure. Boletín de la Academia Nacional de La Historia N°21, Pág. 1165.      En el Boletín del día 17 de febrero no se hace mención de la marcha a Calabozo. O’Leary; XV, 580. 

Podría tomar otro camino sino el de las montañas, es decir el de Caracas, por no existir en los llanos inmediatos tropa alguna en aptitud de reforzarlo (14).
                El consejo atribuido por Páez a Bolívar: “al enemigo es siempre conveniente perseguirlo por la huella de sus pasos” es falso porque no es en general.  Aunque corrientemente se persigue a los vencidos cargándolos a fondo, con la espada en los riñones, como decía Bonaparte, hasta aniquilarlos, también puede convenir  perseguir al enemigo marchando paralelamente a él para cortarlo ó anticipársele en una posición importante. La historia presenta muchos casos de esta clase.
                Dicho principio es más propio de un beduino que del guerrero consciente de todos los recursos del arte. En su primera campaña en la nueva Granada Bolívar persiguió a los enemigos anticipándosele en Chiriguaná donde los hizo prisioneros: lo mismo en la persecución de Araure hasta cortarlos a las once de la noche en la Aparición de la Corteza. Enseguida de San Mateo persiguió a Boves, después de la Batalla de Bocachica, lanzándose sobre el flanco derecho del español y lo destruyo en tres combates sucesivos. Concibió la maniobra de Barinas para aislar a Tizcar y caerle por donde no era esperado, y en la expedición de Los Cayos  efectuó un gran rodeo hacia el Este con el objeto de evadir la marina española desprevenida cerca de Margarita. Muchas de sus operaciones están basadas en el principio de sorprender a los enemigos presentándose donde no era esperado como por ejemplo en el desembarco en Ocumare dejando burlados a los españoles en Oriente; en la maniobra de Clarines calculada para inducir al Brigadier Real a retroceder a Caracas con su ejército y poder salvar el parque de Barcelona(15). El claro concepto respecto a la manera de conquistar Guayana, batiendo la escuadrilla de los españoles primero, como único medio de rendir las dos plazas fuertes; la vuelta por el Orinoco y el Apure a sorprender a Morillo, y tantas otras de sus posteriores campañas, fecundas en combinaciones ingeniosas, calculadas para sorprender al enemigo, como lo pensaba estacionándose en El Rastro. En la Campaña de 1819 en Apure, veremos el proyecto de perseguir a Morillo, marchando paralelamente a él en caso de realizarse la diversión de Urdaneta, dispuesta sobre Caracas.

La verdad en la versión de Briceño Méndez

                Todas estas observaciones nuestras concuerdan con la relación autentica de los episodios del Rastro y Calabozo, del Secretario de Guerra de Bolívar, escrita en 1833, bajo la Presidencia de Páez, aun con los miramientos del caso respecto al Primer Magistrado de la Republica, pues esta relación destinabase al proyecto del gobierno de ordenar la redacción de una historia  de la Independencia. “El general Bolívar –dice Briceño Méndez, supo el movimiento al amanecer del día siguiente, é intento una marcha recta y breve para interponerse en El Sombrero y El Ejército español, pero algunos de sus generales se opusieron a esta operación, y aun rehusaron abiertamente  ejecutarla, pretendiendo que  debía ocuparse antes la plaza evacuada. Fue preciso condescender, y perder medio día en este movimiento  falso é insignificante, que trajo muy desagradables consecuencias. El General Bolívar, probó   en esta ocasión cuanto puede el amor, y solo este sublime sentimiento pudo inspirarle tanta prudencia como la que empleo para reducir a su deber a uno de sus generales, que halagado por algunos sediciosos intentó desconocer la autoridad del Jefe Supremo, é introducir la anarquía. Felizmente esta horrible nube se disipó, pero mientras se conseguía este efecto el enemigo ganaba terreno en su fuga  y evitaba la ruina absoluta que habría sido inevitable si los patriotas lo hubieran alcanzado en la llanura descubierta de Calabozo”(16). Ante este testimonio de actor principal, ajustado a la lógica de los hechos, é irrecusable, desaparecerán por completo las dudas de algunos adeptos, respecto a las versiones incongruentes de Páez.

Otra Conseja del Jefe Apureño

                Pero todavía debemos resaltar otras inexactitudes de Páez. En las “Campanas de Apure” atribuye la demora en Calabozo al tiempo empleado en averiguar si Morillo se retiraba por la vía del Sombrero. De esta manera pretende Páez  explicar el tiempo perdido en Calabozo con sus voluntariedades y conato de desconocimiento de la autoridad del Jefe de Estado, como si se necesitasen muchas horas para averiguar el camino tomado por Morillo, sabido por todos los vecinos desde el momento mismo de emprender la marcha, los españoles en la madrugada. En la autobiografía no se atrevió a repetir la peregrina conseja.
                No existe ninguna otra fuente fuera de las citadas sobre estos acontecimientos. Según el Diario de Operaciones del estado Mayor “al saber S.E. la noticia de la salida de Morillo ordeno la marcha a Calabozo de todo el ejército a fin de asegurarse de la dirección tomada por el enemigo.” En un documento oficial no se podía confesar el desacato cometido por el Jefe de Apure a la autoridad Suprema (17).
                Los originales de la obra “Campanas de apure” los perdió en Paris el aventurero Polaco Rola Skiwiski, edecán de Páez, después de haber gastado en su vida disipada el dinero dado por el general para la publicación;  el manuscrito original conservado por Páez, sirvió de base a nuestros primeros historiadores Montenegro Colon y Baralt y Díaz, y los otros autores han copiado a éstos, en lo referente a Calabozo, excepto Restrepo y Larrazábal, quienes adoptaron la Relación de Briceño 

(14) Bolívar al Consejo de Gobierno. Calabozo, 13 de febrero de1818. O’Leary; XV, 571.
(15)Lecuna. Cartas del Libertador. Véase en el índice Analítico relativo a “Guerra”. Tomo X, Pág. 160.
(16) Relación Histórica del General Pedro Pablo Briceño Méndez, Caracas 1933, Tipografía Americana, Pág. 50.

Méndez. Nosotros nos hemos detenido a analizar estos hechos  porque debíamos exponer las causas del trastorno de la campaña, y pérdida del ascendiente logrado con la soberbia sorpresa dada al general español. En años sucesivos Páez, oprimido por el predominio alcanzado por el héroe después de la jornada de Boyacá, fue más prudente, y cuando Bolívar llegó a ser arbitro de estos países, lo denominaba “su maestro que en mil ocasiones le había señalado la senda de la victoria”(18)    

Retirada de Morillo. Combate de La Uriosa

A la media noche del 14 de Febrero abandonó Morillo la plaza dejando en ella  el hospital, la artillería sin clavar, a pesar de decir lo contrario en sus Memorias, fusiles, municiones y equipajes. El ejército, seguido de muchos emigrados, marchó en tres columnas a cortas distancias unas de otras. El movimiento no se podía ocultar, pues las tropas desde las 10 hasta las 12 de la noche trajinaron toda la ciudad al evacuar los puestos, sacar heridos, enfermos. Equipajes y parque; destruir parte las fortificaciones como los dos tamboretes ó reductos frente a la plaza de la Merced, y disponerse a la emigración. Una explosión casual de unos cajones de pólvora aumento la alarma. Los españoles sin caballos, debían recorrer 20 leguas de llanuras para llegar al Sombrero, pueblo de fácil defensa, situado donde empiezan los cerros, en la vía de los Valles de Aragua y de Caracas. Las tropas españolas marchaban paralelamente al rio Guárico. Al día siguiente, bajo un sol abrazador y devorados por la sed no se detuvieron sino momentos para cobrar aliento. El esforzado general español dio ejemplo cediendo sus caballos por muchas horas a heridos ó cansados.
                La caballería de los patriotas emprendió la persecución entre once y doce de la mañana, seguida de la infantería, pero esta última por error de los guías, se extravió y tomó el camino del Calvario a poco de haber emprendido la marcha, y por el tiempo perdido aumentó su atraso respecto a la caballería;  mas no fue esta la causa de no llegar a tiempo cuando los generales Páez y Sedeño y el coronel Ortega alcanzaron con dos escuadrones la retaguardia de Morillo a las cinco de la tarde , en la sabana de La Uriosa, pues ni el resto de la caballería pudo llegar oportunamente. Los jefes patriotas con unos cuantos jinetes pusieron en derrota 30 a 40 Húsares y cuando se le incorporaron dos escuadrones cargaron a la infantería formada en cuadro, ya a la caída de la noche y lograron causarle algunas pérdidas. Facilitaron la carga unos cuantos soldados de infantería enviados por el Libertador a la grupa de algunos jinetes. En manos de los patriotas quedaron cerca de 200 prisioneros, cogidos casi todos en el camino agobiados por el cansancio. Los españoles adelantaron los equipajes, los emigrados y heridos a cargo del general Morales y continuaron la retirada toda la noche sin detenerse.

(17) O’Leary XV, 611.
(18) Carta de Páez al Libertador de 28 de julio de 1824.El original se conserva en el archivo de O’Leary II, 53.


                Los generales Páez y Sedeño permanecieron con sus hombres en La Uriosa, hasta la llegada del Libertador con un cuerpo de infantería y la caballería de Monagas, a las nueve de la noche. De allí siguieron la persecución sin descanso (19).

Combate del Sombrero

Al día siguiente muy temprano Páez y Sedeño alcanzaron de nuevo la retaguardia de Morillo en la quebrada de El Juncal, pero sin fuerzas suficientes, después de algunos disparos , esperaron retirada y no se detuvieron hasta la entrada del pueblo del Sombrero, construido en un promontorio, con el río Guárico, por delante. La posición era muy fuerte por la barranca del rio de difícil acceso. La infantería de los independientes llego devorada por la sed, y el jefe Supremo en persona la condujo al ataque contra los puestos avanzados de los enemigos. En un momento fueron estos arrojados al otro lado del rio, sobre su cuerpo principal, y los soldados independientes pudieron beber agua.
                El regimiento Navarra, en batalla defendía en el centro la orilla derecha del Guárico, cubriendo la entrada principal. a su derecha el Batallón de Castilla, en columna, sostenía las compañías de Cazadores  encargada de cubrir los pasos más accesibles del rio , vadeable en muchos puntos. Los Cazadores de la Unión defendían un paso a la izquierda de los españoles, y el Batallón de este nombre y algunos Húsares se hallaban de reserva en el pueblo.
                A pesar de lo fuerte de la posición el Libertador sin vacilar empeñó el combate, creyendo seguramente forzar el puesto, sin mayores sacrificios, pero no lo logró. Los dos Batallones de La Guardia de Honor  entraron por el centro con audacia y denuedo y los de Apure y Barlovento a derecha é Izquierda. Los otros Batallones permanecieron en reserva. Tres veces avanzaron los independientes con resolución y otras tantas fueron rechazados.
Dos compañías de Castilla flanquearon en el último de estos avances a una columna independiente al atravesar el paso de la izquierda de los republicanos, y los españoles, según el parte de Morillo, tomaron su bandera, pero al divisar uno de los batallones de reserva en marcha precipitada sobre ellos retrocedieron  a su posición. En vista de la resistencia del enemigo y del cansancio de la tropa, el

(19) Oficio del 26 de febrero. Rodríguez Vila III, p.504. Boletín del Ejercito Libertador del 17 de febrero, O’Leary XV, 580.
                Las tropas españolas, en las primeras horas caminaron lentamente, puesto que las independientes las alcanzaron a las cinco ó seis horas de marcha habiendo salido de Calabozo doce horas después de ellas. 

Libertador suspendió el combate, después de dos horas de brega, mientras la caballería realizaba un movimiento de flanco, y atravesaba el río más abajo, para caer sobre la espalda de los españoles.
                Mas por el estropeo de los hombres, no fue posible renovarlo, ni llevar a cabo con la premura del caso el movimiento de flanco. La naturaleza violentada tantas horas recobraba sus derechos. Los soldados de Bolívar habían recorrido 20 leguas de Calabozo al Sombrero en 18 horas, y estaban agotados. Los combatientes de uno y otro bando se echaron al suelo a descansar. Pasadas unas horas y al sentir el movimiento de flanco, Morillo sigió la retirada y fue a dormir con todas sus tropas a Barbacoas, tres o cuatro leguas al norte del Sombrero, abandonando la mayor parte de sus heridos y y 80 prisioneros en poder de los patriotas.(20).
                Sus pérdidas desde Calabozo, incluyéndolos dispersos y las bajas en los combates se estimaban entre 300 a 400 hombres, al punto de solo tener al abandonar el pueblo 1.400 a 1.500 combatientes, tal era el estado de debilidad de sus tropas. Los patriotas tuvieron en el combate 80 muertos y heridos. De los primeros el Teniente Coronel Passoni, Italiano distinguido, ayudante del estado Mayor; El experto capitán Arévalo y el valeroso teniente Luis Girardot, hermano del héroe de Barbula, ambos de la Guardia de Honor; el capitán Urbina de Barlovento y los capitanes Ramírez y Rosales del batallón Apure y de los segundos, el general Anzoátegui, el teniente coronel Ponce, el mayor Gil, los capitanes Pulido y Mijares Tovar y ocho oficiales más, casi todos servidores de la republica desde 1813(21).

Los Patriotas suspenden la persecución

Los españoles prosiguieron la retirada sin ser perseguidos, porque los  “generales de caballería, escribe Briceño Méndez, protestaron que sus caballos no podían resistir más fatiga. El general Bolívar se vio obligado a complacer a los mismos generales que insistieron en que el ejército contramarchase a tomar cuarteles en Calabozo, y tuvo el dolor de ver que el enemigo se salvaba  cuando podía haber sido destruido enteramente”(22). Esta escena ocurrió al día siguiente en la mañana, 17 de febrero estando todo el ejército reunido en El Sombrero. La oposición naturalmente partió de Páez y sus oficiales negados todos a proseguir la persecución. Aunque Monagas y Sedeño retrocedieron también con sus jinetes a Calabozo, ninguno de los dos tenia fuerza para imponerse, ni le hacían oposición a Bolívar. La campana quedó trunca, y los españoles se salvaron.

(20) Morillo al Ministro, Villa de Cura. 26 de febrero. Rodríguez Villa III, p.504.En el Tomo i, p.337 de dicha obra se inserta el mismo parte con la diferencia de asignar a los independientes en uno 400 muertos y en el otro 40.
                A Calabozo envió el Jefe supremo 18 heridos del Ejército español que podían montar a caballo. Nota del J. E. M. al Comandante de Calabozo, Sombrero 18 de febrero.
(21) Boletín del ejército Libertador. O’Leary XV. 580.
(22) Relación Histórica citada p. 51

Terror de los realistas

El país quedo asombrado de la inesperada derrota del temido general español, considerado hasta entonces invencible, por su valor y entereza de carácter, y la superioridad de sus tropas. Las autoridades de los pueblos y cuantos se hallaban comprometidos en el bando real huyeron aterrados a Caracas, Valencia, La guaira y puerto cabello. “Tres días falto solo mi correspondencia, escribió Morillo a la Corte, que fue el tiempo que invertí en llegar al pueblo del Sombrero, y esta circunstancia bastó para que el Superintendente, abandonando los caudales, se embarcase en La Guaira, los Ministros de la Audiencia  hicieran lo mismo, y todos, todos cuantos servían a S.M. en la capital y los demás pueblos, faltando a sus deberes, huyeron sin saber de qué, con un terror y cobardía de que no hay ejemplo. El mismo Capitán General interino quiso abandonar Caracas, donde estaba con toda su fuerza el batallón Burgos , y fue menester el celo y serenidad del brigadier Don Miguel de La Torre, que estaba allí curándose de sus heridas, y de otros oficiales del ejército, para que los disuadiesen de esta idea (23). Era el efecto moral de la inaudita sorpresa y de la derrota de Morillo, y el peligro inminente de su destrucción total, ocultados por el Jefe español a la Corte atribuyendo el fenómeno a cobardía de los suyos; pero este desastroso estado moral, presentido solo por el genio del Libertador en el campo patriota, paso pronto cuando los realistas se dieron cuenta de lo ocurrido; y el hecho funesto a los independientes, salvó a sus enemigos, y permitió a Morillo atribuirse la victoria del Sombrero, falseando la verdad. En la Gaceta de Caracas del 25 de febrero se publicaron extractos de los oficios del Jefe español, disimulando en parte lo ocurrido para calmar al público. Estos escritos volvieron la confianza a los realistas (24).

Critica a las versiones realistas

Si los hechos hubieran ocurrido como decían los españoles la retirada natural de Morillo habría sido por el Valle de Paya a cubrir los Valles de Aragua y caracas, abandonando por extraviado y extenso el valle del Guárico; es decir marchando directamente del Sombrero  a Villa de Cura por Ortiz en lugar de dar el rodeo por San Sebastián, pero no se atrevió a tomar esa vía y huyó al

(23) Oficio de Morillo. Villa de cUra, 26 de febrero de 1818. Rodríguez Villa. III, 510.
(24) Gaceta de Caracas, N° 174. Restrepo II, 587 a 591,  publica completas las notas de Morillo,. En una de ellas dice que sus soldados siguen la marcha desfallecidos, de varios días sin comer.

norte, hacia Camatagua, para seguir a Caracas por Ocumare del Tuy ó por San Casimiro y Tácata , resignado a abandonar a los patriotas casi todo el país y las fuerzas diseminadas en el Occidente. Este movimiento de Morillo es la prueba más elocuente de la terrible situación de su ejército después del combate del Sombrero. Júzguese cuál sería su asombro y regocijo al sentirse en Camatagua libre de toda persecución. Inmediatamente cambió de rumbo y siguiendo el valle del Guárico marcho atrevidamente a Villa de Cura, y pidió víveres  y refuerzos al gobierno. Con este sabio y atrevido movimiento cambiaba radicalmente su situación.
                En aquel pueblo se le había incorporado el coronel Rafael López, solo 200 a 300 hombres, por haberse dispersado los restantes, cuando supieron cerca del rio Orituco la derrota de Morillo en Calabozo, así como se habían dispersado los escuadrones realistas enviados antes de esta acción a Guardatinajas, Los Tiznados y el Baúl. Todos estos sucesos presentidos por Bolívar, prueban cuan desacertado é inoportuno fue el sesgo dado por Páez a la campaña.

Nota: La totalidad del texto, es copia de la Obra del Historiador Vicente Lecuna: Crónica Razonada de La Guerra de Bolívar, Tomo II, Páginas 137 a 156, The Colonial press inc., N.Y., 1950.

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